Carta de exposición de motivos
académicos.
Cancún,
Quintana Roo, 16 de marzo de 2012
Ha habido ocasiones,
cuando pienso en mi propia existencia, en que me veo a mí mismo como un árbol.
Un árbol que continuamente crece, y cuyas ramas se extienden en diferentes
direcciones y que, por lo mismo, a veces es necesario podarlas: hay momentos en
que uno toma conciencia de que no puede ser todas las cosas que quiere ser en
esta vida, y entonces uno corta algunas ramas para que no crezcan más: uno amputa
esa hermosa rama de tocar un instrumento musical; más adelante, la rama de
pintar al óleo. Y mientras unas ramas son podadas así, de tajo, otras van
creciendo, fortaleciéndose, haciéndose ramas principales. Por casi veinticinco
años mi rama principal fue la de ser un gran docente, un ejecutivo muy
eficiente en el ámbito educativo, un esposo ejemplar, un padre de familia
extraordinario, y en cambio descuidé ramas que prometían ser sumamente
fructíferas, ramas que muy eventualmente uno revisaba sólo en función de las
otras, sabedor de que siempre que uno quisiera, podrían producir muy buenos
frutos. Me refiero, entre otras, a la rama de la investigación.
Sin
embargo, hay momentos en la vida en que vale la pena reconsiderar, volver a las
raíces, replantearse quién y qué es en realidad uno. A veces, desandar un
camino andado por muchos años. Esa es una de las razones por las que me
interesa estudiar un programa doctoral en literatura hispánica: retomar esa
fuerte veta que hay en mis capacidades, la de investigador de campo; dejar un
poco esa rama, la del docente, y nutrir de nuevo mi rama principal, la de la
Literatura.
Al
iniciar la tesis de la licenciatura, comencé un camino que de alguna manera
nunca me ha dejado: el del análisis del cuento popular, tratando de ver en él
rastros de culturas anteriores. Aunque mi tesis analizaba tres cuentos de El llano en llamas, de Juan Rulfo,
usando una metodología basada en el concepto de motivo de Wolfgang Kayser, y en la Morfología del cuento… de Vladimir Propp, al escribirla hubo un
punto allí que me llegó muy adentro: la interesante idea de Propp, de que el
cuento popular no es sino un mito que ha perdido su significado a los ojos de
sus narradores, pero que es factible de ser leído para el ojo estudioso. Esa
idea de alguna manera contribuyó a que el resultado de mi investigación no
dejara de ser sorprendente: arrojaba mucha luz sobre los cuentos de Rulfo, mostraba
cuán cercano estaba al cuento oral popular, y realzaba el papel del cuento popular
mexicano. Desafortunadamente, después la vida hizo que fueran otras ramas las
que crecieran: por más de dos décadas mi vida fue meramente enseñar y
actualizarse de continuo en el aspecto didáctico, en ahondar en el proceso de
enseñanza aprendizaje, aunque también es cierto que en la institución en que
laboré de corrido por veinticinco años, cuando se trataba de realizar una
investigación, el asunto era delegado a un servidor. Sé que soy bueno
investigando: sé que esa habilidad constituye una de mis fortalezas.
A esto,
habría que agregar algo más: Hay un aspecto que siempre me ha apasionado, que
va más allá de ser un mero hobby o un pasatiempo de tardes de domingo: el
estudio minucioso de la arqueología de Mesoamérica. Y ello creo que puede
unirse con el rescate y estudio del cuento oral popular mexicano, para dar como
resultado algo interesante, profundo, y muy poco estudiado.
Por lo
mismo, al revisar las líneas y temas de investigación que se ofrecen dentro del
El Doctorado en Literatura Hispánica que ofrece el Programa de Estudios
Literarios del Colegio de San Luis, la que me parece sumamente atractiva es la
número tres: Literatura tradicional y popular del ámbito hispánico, cuyo
objetivo es estudiar la literatura tradicional y popular del ámbito hispánico
especialmente los géneros vigentes en la tradición oral moderna de México
mediante labores de investigación de campo, revisión, edición y análisis
comparativos, en cualquiera de sus tres líneas: el hallazgo, la difusión y el estudio
de textos populares impresos relacionados con los géneros tradicionales. Me
parece fundamental e interesantísimo visitar comunidades rurales y rescatar el
folklore de boca de los ancianos de dichos poblados y de ellos rescatar, como
dice la línea de investigación, la literatura “no culta”.
En un
escrito como este, se espera que uno incluya los planes y metas profesionales
una vez terminados sus estudios doctorales. En un mundo postmoderno, en las
circunstancias inciertas de esta nación, realizar ese ejercicio sería si no
risible, sí harto fantasioso. De cualquier forma, algo de lo que sí se puede
hablar de las expectativas que tengo en términos de habilidades, conocimientos
y actividades profesionales al terminar el posgrado. En términos de
conocimientos, mis expectativas son actualizar mis conocimientos de teoría de
la literatura, española, hispanoamericana, mexicana y, por encima de todas, de
la literatura tradicional y popular. Por otra parte, en términos de habilidades,
incrementar y fortalecer mis habilidades tanto de metodología como de
investigación a fin de, en el futuro, proseguir en ese camino tan pocas veces
recorrido, que de alguna manera implica ver crecer una rama importante en mi
persona. Una rama poderosa, pero que hasta ahora había sido relegada a cumplir sólo
labores ancilares.
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Óscar Eduardo Pech
Lara
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