Las cuñas olvidadas
Samuel T. Whitman
"(Ese invierno) la tormenta de hielo no había sido muy
destructiva. Cierto es que se habían caído algunos cables eléctricos y que
había en la carretera más accidentes que de costumbre... En circunstancias
normales, el enorme nogal habría podido sostener sin problemas el peso que se
había creado en sus ramas; fue la cuña de hierro incrustada en su corazón la que
provocó el daño.
"La historia de la cuña de hierro tuvo su origen varios
años antes, cuando el hoy canoso agricultor (que ahora vivía en esa propiedad
donde había estado el árbol) era un jovencito que crecía en el hogar de su
padre. En aquel entonces, el aserradero había sido trasladado recientemente del
valle y los pobladores del lugar aún encontraban herramientas y piezas sueltas
del equipo tiradas por todas partes...
"Ese día en particular, el muchacho había encontrado
una cuña de leñador, ancha, chata y pesada, de unos 30 centímetros de largo y
bastante gastada por los golpes que había recibido. La cuña del leñador se
utilizaba para ayudar a derribar un árbol; ésta se colocaba en una hendidura
hecha con una sierra y después se golpeaba con fuerza con un mazo de hierro a
fin de ensanchar el corte...
"Como se le había hecho tarde para la cena, el joven
colocó la cuña entre las ramas del tierno nogal que su padre había plantado
cerca de portón dela entrada y pensó en llevarla al depósito después de la cena
o en algún otro momento que pasara por allí.
"De verdad tuvo la intención de hacerlo, pero nunca lo
hizo. La cuña estaba todavía allí, un poco apretada por las ramas, cuando el se
hizo hombre. Seguía allí, ahora firmemente encajada, cuando el se casó y se hizo
cargo de la granja de su padre. Estaba casi incrustada aquel día en que los
peones que trabajaban en la trilla comieron a la sombra del árbol... Clavada y
olvidada, la cuña todavía permanecía allí cuando azotó la tormenta de granizo.
"En el helado silencio de aquella noche de invierno...
una de las tres ramas principales se quebró y cayó a tierra. Eso causó que el
resto de la copa del árbol perdiera su estabilidad y se desplomara también.
Después de la tormenta, no quedaban vestigios de lo que una vez había sido un
hermoso árbol.
"Al día siguiente, bien temprano, el agricultor saió a
lamentar su pérdida...
"Entonces, sus ojos vieron algo en medio de aquel
desastre: `La cuña´, musitó con tono de reproche, `la cuña que encontré en los
pastos del sur´. Una rápida mirada le hizo darse cuenta de por qué se había
caído el árbol. Incrustada en el tronco, la cuña había impedido que las fibras
de las ramas se entrelazaran como era de esperar."
(Citado por Spencer W. Kimball en Conference Report, abril de 1966, pág. 70)
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