En el cielo hay estrellas sin fin, y cada una tiene su
función. Entonces, a fin de servir mejor, de ser ubicadas de manera más fácil y
rápida, usualmente se les agrupa en constelaciones, y cada una tiene su propio
enfoque:
Hay constelaciones de estrellas que dan servicio caritativo, otras resuelven problemas políticos o sociales. Yo tengo para mí que la más importante es esa constelación cuyas estrellas se dedican a salvar almas. Y en esta constelación había una que disfrutaba de manera particular en lo que hacía: el gozo más grande que podía tener era el ayudar a seres descarriados y llevarles a la luz, a la verdad.
Hay constelaciones de estrellas que dan servicio caritativo, otras resuelven problemas políticos o sociales. Yo tengo para mí que la más importante es esa constelación cuyas estrellas se dedican a salvar almas. Y en esta constelación había una que disfrutaba de manera particular en lo que hacía: el gozo más grande que podía tener era el ayudar a seres descarriados y llevarles a la luz, a la verdad.
Pero un día, vayan ustedes a saber por qué, si fue por bien
o fue por mal, la constelación soltó a esta estrella y ésta cayó en un lugar
ignoto de la tierra, en medio de un lodazal. Es cierto, no todas las estrellas
que estaban en esa constelación eran dignas de estar en esa constelación, y de
vez en vez alguna estrella era degradada y entonces justamente las que no
merecían estar allí condenaban y acusaban:
—Fue
expulsado porque no estaba al nivel de esta constelación. Yo le conozco bien, y
sé que su luz no era suficientemente brillante y pura. Era una falsa estrella,
que recibió solo lo que merecía.
Y hubo quien creyó y hubo quien no creyó esta explicación. Pero
mientras, la estrella estaba hundiéndose en el lodo, con un miedo cada vez más
grande de ensuciarse al grado de que nunca pudieran dar de nuevo con ella; con
el miedo de perderse definitivamente. Yo no sé si alguna vez, lector, lectora, te has perdido. Si
alguna vez has esperado que alguien venga a rescatarte en medio de una
situación desesperada y esa persona nunca llega. Si has estado en
circunstancias así, puedes entender el miedo, la desolación, la desesperanza, la angustia de esta estrella.
Al principio pensaba en cosas como: “Yo no pertenezco a este
lugar” mientras, llorando, veía cómo la constelación se alejaba más y más,
indiferente a su sufrimiento, a toda la luz que había dado y que todavía podía
dar, y cómo su luz brillaba cada vez menos, oculta en el fango.
Y allí, en el terreno cenagoso, también había diferentes
reacciones ante la estrella. Había quien le molestaba su luz, o quien quería
adorarle porque no podían creer que eran compañeros de una estrella de verdad,
o había quien decía que por fuerza su brillo era falso, que las estrellas de
verdad no bajaban a la tierra, y menos en medio del barro. Pero la estrella trató de no escuchar las voces de sus compañeros de fango pero, ante todo esto, la
estrella poco a poco dejó de ser ella misma: a veces encontraba razones que justificaran su
expulsión de la constelación, y se decía que se lo merecía, que todo había sido
su culpa, o a veces creía encontrar malas intenciones en sus anteriores
colegas, posibles envidias, indolencias injustificadas.
Y bueno, aquí yo podría decir que la estrella pasó por etapas muy
bien definidas. Podría decir que de manera consciente o inconsciente pasó por
una etapa de negociación, de duelo, y que lloró muchas veces en silencio su
pena de la manera más solitaria, porque el gozo se puede compartir, pero el
dolor, sea físico o emocional, siempre se vive a solas. Las batallas más
importantes de la vida siempre se libran, en soledad, en el interior de uno, a
veces sin que nadie se dé cuenta. Porque había quien lo veía como una estrella
en desgracia, un impostor o una amenaza, pero casi nadie se dio cuenta de su
dolor o de su soledad, pero decir todo eso sería irme por un camino que no es el de este relato.
Lo cierto es que todo eso le ayudó a descubrir quién era, y
fue más o menos de la siguiente manera: Un día descubrió que las constelaciones
son imperfectas, que a veces dejan caer estrellas falsas y a veces pierden
estrellas de lo más valioso, y que lo que determina el valor de esos expulsados
es lo que hacen cuando son expulsados. Hay quien le toma el gusto a la
amargura, y ésta se come su brillo y, pese a que eran estrellas genuinas, había
estrellas que terminaban siendo simplemente piedras entre las piedras, amargas
como naranjas silvestres. Y cuando la estrella vio eso, aprendió: se dio cuenta
de que las circunstancias no hacen al hombre: solamente lo revelan.
No se permitió a sí misma pensar en la constelación, lejana y ya inasible. No se engolosinó en el pasado. Solo miró a su alrededor, y entendió que todas las piedras que lo rodeaban eran, o podían
ser, estrellas caídas, y que muchos solo necesitan de una ayuda para que, donde
estuvieran, pudieran brillar. A su alrededor había muchos finales no felices. Pero
esta estrella de la que les hablo decidió que, en medio del lodo, mantendría
su brillo todo lo que pudiera, y daría su luz generosamente a todos los que
quisieran recibirla, por más que ya nunca pudiera volver a brillar igual. Sí, se sentía bendecida porque, a pesar de estar lejos de
la constelación a la que había pertenecido, seguía tratando de salvar almas.
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