La primera vez que aparece el rey Benjamín en el Libro de
Mormón, (Omni 1: 23-25) se nos describe como un líder militar. Sin que se nos
den muchos detalles, sabemos que fue el líder de guerras muy sangrientas, y que
salió victorioso en las mismas. Casi como un simple comentario, sabemos que era
un hombre justo. Ya en Mosíah, capítulo 1, sabemos que vivió una vida larga y
pacífica.
En ese capítulo hay muchas cosas que leer entre líneas. Nos
enteramos, por ejemplo, que en 470 años el idioma nefita había cambiado tanto,
que las personas requerían de instrucción especial para poder leer, digamos,
las palabras de Nefi o de Lehi (1: 1). Una lengua es una cosa viva, que cambia,
que evoluciona, a veces se multiplica, pero finalmente envejece y muere. Nos
enteramos que las planchas de bronce estaban escritas en egipcio (1:4) y que en
América no solo estaban los mulekitas y los lehitas, sino que habían llegado
muchos otros pueblos que se habían unido a ellos (1:11)
La evolución de la lengua, la influencia del egipcio, la llegada
de otros pueblos, da la impresión de que el conocimiento de la lectura y la
escritura eran privilegio de nobles, y una parte fundamental del oficio de
gobernar. Los gobernantes, según parece, tenían que ser hombres de letras. El
manejo de un discurso perfectamente estructurado (si no esquematizado, sí me
queda claro que había ciertos esquemas discursivos, como el uso del quiasmo,
por ejemplo), era fundamental en la comunicación.
Toda su vida se resume en no más de cinco versículos. De
hecho, en su faceta como padre, no es mucho lo que se nos dice: “Y aconteció
que después que el rey Benjamín hubo acabado de enseñar a sus hijos, envejeció”.
La frase, que al parecer era una frase hecha (Cfr. 2 Nefi 4:12), si entiendo
bien, indica que ser padre es una labor de toda una vida. Vaya, sabemos que fue un militar, un rey y un
padre extraordinario, y eso no ocupa más de media cuartilla. La verdadera
fuente que tenemos para conocerlo como persona, es solo un discurso, su último
discurso, cuando él ya era un venerable anciano.
Debo decir que en diferentes lecturas del Libro de Mormón, mi
concepto acerca de ese discurso ha cambiado sustancialmente. En mis primeras
lecturas veía enseñanzas marcadas por versículos. En una segunda etapa trataba
de ver líneas de pensamiento, y eso me irritaba bastante, me era muy frustrante
cómo Benjamín era tan anciano, que habla como lo hacen los ancianos: divagando,
saliéndose del tema, dejando temas inacabados. Entonces vino una tercera etapa,
en la que yo me hacía la pregunta: si yo fuera a morir, ¿qué mensaje daría a mi
gente? ¿Qué es lo más importante para mí como para dejar como “famous last words”? Aquí sí noto una
estructura clara, que tiene una perfecta coherencia con toda su vida, que
estaba dedicada al servicio:
a.
Vv. 2: 10-19: ¿Por qué el rey Benjamín estaba
tan dispuesto a servir? Porque estaba consciente de que esa es la única manera
de servir a Dios.
b.
Vv. 2: 20-25 Dedicó todos sus días a servir a su
pueblo 1) Porque amaba a Dios 2) Porque comprendía la bondad de Dios y la
insignificancia del hombre.
c.
2:34 Solo hay una manera en que yo, lector,
puedo mostrar gratitud a Dios por su bondad: entregando al Señor todo lo que
tengo, y todo lo que soy.
d.
Vv. 3: 5-11 El Señor mismo nos dio un ejemplo de
servicio perfecto, con perfecta humildad, haciendo toda Su obra, habitando “en un
tabernáculo de barro”.
e.
Vv. 3:18-19 Solo a través de la sangre
expiatoria de Cristo podemos nacer de nuevo y ser salvos.
f.
El capítulo 4 es un largo paréntesis: Nadie se
salva en el orgullo: no hay un humano que valga más que otro.
g.
Capítulo 5: Cómo se logra ese nacer de nuevo, y
cómo evitar la segunda muerte.
Ahora, ese es el esquema de sus pensamientos, de su
enseñanza. Pero en mis últimas lecturas del Libro de Mormón, me he centrado más
bien en el proceso de la enseñanza. ¿Cómo enseñó el rey Benjamín? Primero,
preparó sus ayudas visuales, su lugar de enseñanza: Primero les hizo ir “hasta
el templo” (1:18; 2:1; 2:9, es decir, esa insistencia en la frase “hasta el
templo” tres veces, indica que de verdad el templo estaba en un lugar MUY alto,
o de no fácil acceso). Segundo, hace construir la torre para hablar a su
pueblo. Tercero, hace que los que no pueden escucharlo (2:8) recibieran sus
palabras por escrito (aquí yo me pregunto: ¿a diferencia delos pueblos
mesoamericanos, todos los nefitas sabrían leer? ¿O mandó sus palabras con
emisarios para que ellos pudieran leerlas al pueblo? 1: 1-2 me hace pensar que
más bien fue esto último).
¿Y eso es todo? Yo intuyo que no: si me parara yo en una
torre y diera ese discurso, el efecto que tendría sería muy diferente. Lo que
hizo que su discurso fuera tan poderoso, son dos factores, creo.
Primero. Que el discurso fue la traducción a palabras de lo
que ellos habían visto en él en toda una vida donde él no hacía otra cosa que
servirles. Las acciones de él hicieron que sus palabras tuvieran un peso que de
otra manera no habrían tenido.
Segundo. El uso del quiasmo. Y de nuevo esa duda que me
asalta: el uso del quiasmo en el Libro de Mormón no es nada más una manera de
mostrar que el que lo emplea es un hombre de letras con una gran agilidad
mental, no. Es una manera muy poderosa de dejar una enseñanza. Es algo a lo que
nosotros somos ciegos, pero en la mente de los habitantes de esa cultura tenía gran
efecto. Y de nuevo, me pregunto: ¿Cómo era esto? ¿Cómo funcionaba? ¿La persona
empezaba a usar el quiasmo y la gente, así nada más, lo captaba? No creo, por
la manera en que se hilan los conceptos debo entender que había algo más. ¿El que
expresaba el quiasmo usaba alguna ayuda visual? ¿Algún gráfico? ¿Algo de
lenguaje corporal como el uso de ciertos ademanes para indicar el uso del
quiasmo? A mí me parece que sí, sobre todo porque estamos hablando de un texto
oral. Vaya: lo leyeron los que no alcanzaban a oírlo, pero los que escucharon
este discurso, absolutamente todos los que habían llegado a la edad de
responsabilidad, cayeron a tierra (4:1) y tuvieron un cambio en sus corazones
(5:2); se convirtieron (y uso esta palabra no en un sentido lato, sino de la
manera más denotativa posible). Entonces, veamos de nuevo el discurso del rey
Benjamín, y dividámoslo no en partes significativas, sino veamos su discurso en
función de autoría, circunstancias y propósito:
1.
Mosíah 2: Habla él al pueblo, les hace tomar
conciencia de todo el servicio que él les había dado, acaso para prepararlos
para lo que sigue. Este capítulo es, por decirlo así, una introducción
preparatoria.
2.
Mosíah 3: Benjamín da al pueblo las palabras que un
ángel le comunicó. Aquí aparece el primer quiasmo. Vale la pena hacerse
la pregunta: ¿Quién es el autor del quiasmo? ¿Benjamín, o el ángel? Si es una
cita verbatim, (i.e., si Benjamín estaba citando textualmente al ángel, palabra
por palabra) eso abre la puerta para muchas preguntas: ¿En qué circunstancias,
que función, que propósito tiene el uso de la poesía en las esferas celestes? ¿En
las esferas terrestre y celestial se habla en verso, o el ángel simplemente
sabía que esa era una manera de dar un mensaje de manera muy fuerte al pueblo
nefita, y por eso le habló de esa manera? Es decir, ¿es solo una muestra de que
los seres celestiales nos hablan en nuestro idioma y de acuerdo a nuestra
capacidad espiritual, cultural, mental, educacional, etc.? Yo creo esto último.
Es decir, si se me apareciera un ángel en este momento, estoy seguro de que no
usaría un quiasmo: soy ciego a ellos, y todos mis conciudadanos también lo son;
no tendría sentido que lo usara. Pero bueno: no voy a explicar mucho el uso del
quiasmo. Solo quiero aclarar dos cosas: Primero, que lo más importante estará
siempre en el centro del quiasmo. Lo segundo más importante, alrededor del
centro. Lo tercero, el inicio y el fin del quiasmo. En este caso, el quiasmo está
en Mosíah 3: 18-19, y su centro es Cristo, como casi siempre en el Libro de
Mormón (salvo, por ejemplo, en los quiasmos condenatorios de Abinadí, los
cuales son muy fuertes por ello: era un maestro que gustaba de hacer quiasmos
cuyo centro era mostrar a sus alumnos que de antemano estaban condenados). En
este caso del que hablamos, del rey Benjamín, en el centro, junto a Cristo,
está la Expiación y la definición de lo que es el hombre natural. El inicio y
fin del quiasmo es juzgar: El Padre juzga, su juicio es justo, y nosotros
haríamos bien en confiar en Su juicio.
3.
Mosíah 4: Benjamín sopesa la respuesta del pueblo y,
en función de ello, —y esto es muy importante— improvisa el resto del discurso.
No lo llevaba escrito: les habla sin llevar un texto preparado. El quiasmo
(4:11-12) inicia hablando del conocimiento de la gloria de Dios. Vale decir,
ellos en ese momento acababan de tener ese conocimiento. Nuevamente, este
quiasmo y el que sigue son improvisados, son pronunciados “sobre la marcha” y,
sin embargo, la manera en que se engarzan los conceptos no se siente mecánica,
o torpe: es claro que el rey Benjamín, aparte de ser un gran guerrero,
estadista y padre de familia, era un hombre de letras extraordinario. El
quiasmo nos indica que este conocimiento no es como el conocimiento secular:
nos da gozo, nos llena de amor. El centro del quiasmo es la humildad y, junto
al centro, dos conceptos el “recordar siempre” y el reconocer la grandeza de
Dios, lo cual nos ayudará a mantenernos en humildad. Este quiasmo, creo, potencia
las enseñanzas del rey acerca del dar limosna y de considerarnos a nosotros
mismos como pordioseros ante el padre, que es lo que sigue en el capítulo.
4.
Mosíah 5: Una vez que termina, indaga entre el pueblo
para ver hasta qué grado le creen y, en función de los resultados, concluye su
discurso. La conversión suele un proceso que dura toda una vida. En el
caso de este pueblo, todos se convirtieron gracias a dos cosas: una vida de
servicio por parte del rey, y este portentoso discurso, abundante en quiasmos
que era algo muy fuerte para los nefitas. El tercer quiasmo, que es la
conclusión del discurso del rey, se encuentra en 5:9-12. Inicia y termina con “el
nombre por el cual seremos llamados”. El centro del quiasmo es la transgresión,
y alrededor del centro, los conceptos de recordar ese nombre, y la idea de que
ese nombre “puede ser borrado” por esa causa: por la transgresión. Es decir, es
un llamado a tener cuidado de que no nos pase lo que pasaría con la siguiente generación,
la de Alma hijo.
Nuevamente, veamos los tres quiasmos en conjunto, como los
tres hilos conductores del discurso del rey Benjamín: 1. La expiación del Señor
nos ayuda a vencer al hombre natural. 2. El ser humildes y poder vernos a
nosotros mismos “desde afuera” nos ayuda a permanecer firmes en el conocimiento
de la gloria de Dios. 3. Es importante que nos mantengamos con esa humildad y
libres de pecado, a fin de que podamos retener ese nombre, por el cual seremos
llamados. Destaca, creo, que para abrir y cerrar el último quiasmo, Mosíah
emplea estas dos declaraciones: (Mosíah 5: 8 y 13):
“…No hay otro nombre dado por el cual venga la salvación;
por tanto, quisiera que tomaseis sobre vosotros el nombre de Cristo… Porque
¿cómo conoce un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extraño para él,
y se halla lejos de los pensamientos y de las intenciones de su corazón?”
Por ello, el rey Benjamín, que tenía su mensaje
perfectamente estructurado, termina con estas palabras: “Por tanto, quisiera
que fueseis firmes e inmutables, abundando siempre en buenas obras para que
Cristo, el Señor Dios Omnipotente, pueda sellaros como suyos, a fin de que
seáis llevados al cielo, y tengáis salvación sin fin, y vida eterna mediante la
sabiduría, y poder, y justicia, y misericordia de aquel que creó todas las
cosas en el cielo y en la tierra, el cual es Dios sobre todo. Amén.” (Mosíah 5:
15).
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