Teotihuacan
Para entender Xochicalco hay que partir desde Teotihuacan.
La siempre incomprendida cultura de Teotihuacan. A Teotihuacan la conocemos a
través del filtro de los aztecas. Los aztecas los veneraban y no era raro que
fueran a visitar esas ruinas impresionantes y buscaran restos arqueológicos y
se los llevaran a Tenochtitlan como souvenirs.
No sabemos cómo se llamaban. Teotihuacan (“El lugar donde los hombres se
convierten en dioses”) se lo pusieron los aztecas, y ya el puro nombre nos hace
que pensemos en esa ciudad como en un lugar místico, sagrado, santo. Los
primeros arqueólogos se fueron con esa finta y vieron a Teotihuacan así:
trataron de ver todo lo que se hallaba bajo la idea de la ciudad sagrada
gobernada por una teocracia santa y sabia.
Y nada, que los últimos descubrimientos nos hablan de una
ciudad militarizada, donde se hacían rituales muy pesados no solo de
sacrificios humanos cruentos, sino que dan testimonio de magia, hechicería y,
sí, combinaciones secretas. El doctor Allen fue el primero en indicar que “La
gran ciudad de Jacobugat”, una ciudad construida por los ladrones de Gadiantón,
muy bien podría ser la ciudad de Teotihuacan. Las fechas, la geografía descrita
en El libro de Mormón y la evolución de ambas ciudades coincide. Claro, no se
puede hacer una afirmación tajante, pero al menos podemos decir que la
afirmación del doctor James P. Allen es plausible.
En todo caso, ya hoy nadie cree en esos gobernantes sabios,
sino en una dominación y explotación por parte de los gobernantes para el
pueblo poco más o menos como la que vivimos hoy. ¿Cuánto esfuerzo se requiere
para hacer la pirámide del sol? El mismo que se necesita para pagar los aviones
presidenciales de Peña Nieto. Según el arqueólogo George Cowgill, A partir del
S. VI d.C. los ricos llegan a ser tan ricos, que empiezan a imponer su voluntad
al gobierno. Ya para el S. VIII era evidente que el gobierno era un mero
empleado de una determinada élite y que más que gobernar, solo servía para
justificar una opresión descarada para con el pueblo (¿les suena? Nada hay
nuevo debajo del sol, ¿verdad?). Entonces, en el S. VIII el pueblo inicia una
revuelta interna e incendia la ciudad. Así es: Teotihuacan desaparece no por
una epidemia, o una gran sequía, o por una invasión, sino porque el mismo
pueblo despierta y se sacude ese mal gobierno.
La vida de Teotihuacan va del I a.C., al VII d.C. Vale
decir, del libro de Helamán a Moroni, y todavía dos siglos más. Todo lo que
sigue en este escrito está fuera del tiempo del Libro de Mormón.
Un último punto: la mayor prueba de que Teotihuacan tuvo
influencia maya no está en el diseño de la ciudad, sino en la tecnología: es
una ciudad hecha de cemento y, como dijo George Kubler, The Art and Architecture of Ancient America, 2nd ed. (Baltimore:
Penguin, 1975), p. 201: el uso del cemento es "hábito maya, ausente
de ejemplos no mayas de bóvedas en voladizo desde el sudeste de los Estados
Unidos hasta al sur de Sudamérica".
El epiclásico
Cuando Teotihuacan desaparece, queda un vacío de poder, y
entonces surgen varias ciudades que tratan de ocupar su lugar como gran centro
de poder Chichén Itzá, Uxmal, Tula, Cacaxtla y la ciudad de la que hablaremos
hoy: Xochicalco. A esta etapa se le conoce como el epiclásico, es decir
hablamos del clásico, sí, pero de un clásico épico. Un período de
militarización evidente, de constantes luchas y conquistas. Xochicalco tiene un
surgimiento muy acelerado, y un clímax que dura muy poco, pero en todo momento
deja muy claro que es una ciudad militarizada.
El epiclásico es un período, por cierto, donde los mayas
tienen gran influencia: en los murales de Cacaxtla vemos el enfrentamiento
entre dos ejércitos, y ambos tienen toda la pinta de ser mayas. Igualmente aquí
en Xochicalco. A ratos se usa el sistema de numeración teotihuacano, y a ratos
se usa el sistema maya, de barras y puntos o, por otra parte, en la pirámide de
Quetzalcóatl aparecen esculpidos diferentes reyes y sacerdotes mayas en la pose
clásica de Pacal.
Entendemos que Xochicalco trató de basar su hegemonía
basándose en la astronomía: toda la pirámide de Quetzalcóatl celebra que ellos
tuvieron el poder de convocatoria como para celebrar un congreso de astrónomos,
desde la región maya hasta Coyoacán, y allí se hicieron ajustes a los
calendarios que regirían prácticamente toda Mesoamérica. Y claro, su
observatorio, una serie de laberintos subterráneos, es simplemente impresionante.
Junto con ello, vemos una ciudad en donde las habitaciones
están claramente divididas en clases sociales. Donde —en la misma ciudad— para
ir de la zona pobre a la rica, hay que pasar por diferentes puestos de revisión
militar en donde los descubrimientos indican que se hacía ostentación de poder:
en los puestos de revisión se han encontrado gran cantidad de cráneos y huesos
largos humanos. Vale decir: si alguien quería reclamarle al gobernante el hecho
de que viviera entre lujos (y creo que en pocas ciudades prehispánicas se deja
ver más una ostentación de riqueza que en Xochicalco), en su camino para hablar
con el tlatoani le daban su terapia de terror y una dosis de humildad; un
recordatorio de que —como decía mi abuelita— duele más el cuero que la camisa.
Vaya: que los gobernantes de Xochicalco no aprendieron de
Teotihuacan, quisieron repetir el mismo modelo, y por ello la ciudad terminó
como ésta: sus mismos habitantes la quemaron y deliberadamente profanaron sus
templos y trataron de borrar su memoria.
La religión: ¿Forma
sin fondo?
En la pirámide de los dos glifos, que muy bien podría ser un
reloj solar, se da un fenómeno muy singular, una singularidad acústica que
también se da en Chichén Itzá y Edzná: Uno aplaude, y el eco que se escucha no
es el eco de un aplauso, sino el grito de una Guacamaya. Esto, dicho así, no
quiere decir nada. Habría que entender que la guacamaya representa a Itzamná, o
K’inich Ajaw. La deidad solar (el dios G). Es el planeta Venus, que desciende a
la región de los muertos, para resucitar. Si alguien desea escuchar este
singular efecto, simplemente de clic en el siguiente enlace:
Me imagino que el sentido es el siguiente: Uno llama al dios
descendente mediante un aplauso, y el dios responde desde el cielo, con su
grito de guacamaya. Me imagino que si el eco se oye, y de la pirámide no queda
ni la mitad de lo que fue, cuanto más claro se escucharía si la pirámide
estuviera completa.
Una de las cosas que impresionan más de la ciudad es que en
ella se han encontrado, hasta la fecha, tres juegos de pelota, cada uno
diferente en su arquitectura, y todos impresionantes. Esto —igual— no quiere
decir nada, si no tomamos en cuenta que el juego de pelota significaba la lucha
entre el bien y el mal, donde en la cultura maya (véase la historia de Hunahpú e
Ixbalanqué en el Popol Vuh) se
representa de continuo la lucha entre el bien y el mal, donde el vencedor
siempre es el bien.
Y hasta aquí todo va bien. Una cultura que se centra en la
adoración de Quetzalcóatl, que vive su religión intensamente, que juega el
juego de pelota para recordarles siempre el bien y el mal. Pero…
¿Una ciudad edificada para adorar al mal?
Pero en el museo de sitio, uno ve una pulsera ya de niña, ya
de una mujer muy delgada. Una pulsera hecha de huesos tallados en forma de
diminutos cráneos humanos. Y sí, me imagino que cualquiera puede decir que los
valores de todas las culturas son diferentes, y que no por fuerza tienen que
encajar en nuestros cánones del bien y del mal. De acuerdo, pero cuando la vida
humana no es respetada, pronto se cae en la barbarie y el salvajismo.
Luego, uno ve uno de los marcadores de uno de los juegos de
pelota. Lo reconozco: cuando lo vi, se me puso la carne de gallina y como el dibujo no se ve claramente a la izquierda, pongo el dibujo a la derecha: en este marcador
del juego de pelota se representa a dos seres alados peleando. Por una parte
está un murciélago, por otra una guacamaya. El primero representa a Camazotz,
el dios caído, el gran maestro de los misterios de la muerte, y el segundo, el
que está siendo vencido, es Gucumatz, la versión más sagrada de Quetzalcóatl-Ehécatl.
Éste yace de espaldas en el suelo y ya solo se defiende antes de ser derrotado
por completo.
Como todos sabemos, los aztecas no solo bautizaron a Teotihuacan. También a los olmecas ("Los habitantes de la tierra donde abunda el árbol del hule") y a Xochicalco ("En la casa de las flores", o "En la casa donde abundan las flores"). No sabemos en realidad cómo se llamaban, pero su glifo topónimo es una guacamaya encerrada en una jaula. El lego cree que eso quiere decir que el pueblo se dedicaba a criar guacamayas. Yo tengo para mí que no es así: que sería algo así como "El lugar en donde fue cautivado Gucumatz", o "donde los dioses de la luz son dominados", o algo semejante.
Finalmente, un par de imágenes que me dejaron muy
perturbado. Tanto, que no voy a comentar nada aquí, y solo las pongo, confiando
en que el que tenga ojos para ver, que vea. Lo perturbador es que estas
imágenes ya son del S. XIX d.C., unos cuatrocientos años después de que Moroní
hubiera muerto.
Hay algo que me deja profundamente intrigado. "El señor de rojo" ¿Qué es? ¿Qué simboliza? ¿Por qué el más puro arte abstracto en medio de tanto arte naturalista? No lo sé, y no sé si haya quien me lo pueda explicar. Hasta aquí mis impresiones. Ahora yo te pregunto a ti: ¿Qué opinas tú?
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