No deja de ser curioso el pensar que nadie cuestione la
existencia y la necesidad de la autoestima, mientras que cada vez más personas
descreen de la necesidad de una Expiación. Creer en las realidades físicas es
muy fácil, porque las percibimos con los sentidos: las medimos, pesamos,
gustamos y percibimos a través de nuestro cuerpo. Pero las realidades
espirituales son mucho más sutiles y para el incrédulo son inexistentes, y
quien cree en ellas es pueril o candoroso.
Una cosa es cierta: para poder
apreciar este escrito es necesario creer que existen realidades espirituales y,
en ese sentido, si un órgano del cuerpo (por ejemplo, la tiroides) puede
enfermarse y crear una hipo o hipertiroidismo, así los órganos espirituales. Me
imagino que estarás de acuerdo conmigo en que la tristeza, el orgullo, el
resentimiento, la soberbia, la depresión, son estados del alma que no
corresponden a un espíritu sano. Por ello hoy quisiera enfocarme en un órgano
del espíritu muy sensible y que, por lo mismo, es muy fácil que esté enfermo:
el ego.
El ego (palabra en latín que
significa “yo”) no es otra cosa que la conciencia de uno mismo, y por ese
simple hecho casi siempre está enfermo: ¿Quién tiene la objetividad para
percibirse a sí mismo tal como es? Y el punto es que el Ego es una glándula que
genera una hormona espiritual necesaria
para vivir: La autoestima. Ahora, déjame te hago la pregunta: ¿Para ti qué es
la autoestima?
Si uno se fuera por la trampa
etimológica, uno pensaría que la Autoestima es la estima que viene en “auto”
(por sí mismo), vale decir, la estima que uno siente por sí mismo, pero en
realidad no es así. La autoestima en realidad es un juego de espejos: la
autoestima no viene de cómo nos vemos a nosotros mismos, ni de cómo nos ven los
demás, sino lo que es peor: de cómo percibimos que nos perciben los demás. De
cómo creemos que nos ven los demás. Bien mirado, es un instrumento doblemente
subjetivo y muy frágil de evaluar lo que somos, porque no nos dice lo que
valemos, o cómo nos ven los demás, sino de cómo creemos que nos ven.
Y entonces tenemos a dos
personajes en este juego: Por una parte estoy “yo” y por la otra “los demás”,
los cuales son incontables, y todos ellos de alguna manera modifican nuestra
autoestima. Algunos la debilitan, mientras que otros la fortalecen.
Ahora, hagamos un pequeño
ejercicio: si yo te diera un globo en este momento, y tú tuvieras qué inflarlo
de acuerdo con el tamaño de tu autoestima, ¿de qué tamaño sería? ¿Lo llenarías
hasta a punto de reventar? ¿Lo dejarías casi desinflado? ¿De qué tamaño o qué
tan sana es tu autoestima hoy? Aquí es donde entramos a los problemas de salud
del ego.
Si tu ego es ese globo, para los
psiquiatras del mundo tienes dos opciones, o lo mantienes para ti, o lo
entregas a “los demás”, y las dos cosas son terriblemente malas. Si haces de tu
ego el eje de tu vida y caes en el egoísmo, el egotismo, la soberbia, los 10
egos enfermos, los cuales son:
1.
Ego SABELOTODO: Es aquel ego que
siempre cree tener la razón, le gusta dar consejos sobre todo, siempre contesta
aunque no sepa, cree tener respuesta para todo, no se puede quedar
callado.
2.
Ego INSACIABLE: Es el ego “centro de
mesa”, no le gusta pasar desapercibido, hace cualquier cosa para llamar la
atención.
3.
Ego INTERRUPTOR: Su necesidad de
autorreferencia es tan fuerte que interrumpe permanentemente, nunca deja que
los otros terminen de hablar.
4.
Ego ENVIDIOSO: Es el que no soporta
los triunfos y éxitos de otros. Degrada a los que cree que son mejores que
él.
5.
Ego PRESTIGIOSO: Es el ego que busca
aplausos, reconocimiento y admiración en todo lo que hace. Siempre quiere ser
el mejor. Frecuentemente les dice a los demás: “te lo advertí”, “yo sabía”, “te
lo dije, pero tú nunca me escuchas”, etc.
6.
Ego JINETE: Se monta de lo que dicen
otros. Se aprovecha de los datos de los demás para su propio beneficio. Saca
partido de lo que otros dicen para estructurar sus propias intervenciones. Es
copión y usurpador.
7.
Ego SORDO: Nunca escucha, le gusta
hablar sólo a él, habitualmente finge escuchar.
8.
Ego MANIPULADOR: Es aquel ego astuto
que siempre se las arregla, ya sea tergiversando, acomodando, engañando,
mintiendo o justificando para que las cosas resulten siempre a su favor.
9.
Ego ORGULLOSO: Es aquel ego
competitivo, discutidor, que no le gusta perder.
10. Ego PREMENTAL (silencioso):
Es aquel ego que calladamente tiene un discurso paralelo, es criticón,
hipócrita y enjuiciador.
Pero si por evitar eso le das tu
ego a los demás, es decir, si el eje de tu vida es lo que opinen los demás,
entonces sientes que no vales, te vuelves inseguro y, sobre todo, vulnerable:
el mundo y los medios de comunicación se volverán tiranos que te indicarán qué
comer, cómo vestirte, qué consumir, cómo pensar, qué es aceptable para ti y qué
no.
Es decir, una vida centrada en el
ego tiene “el globo de la autoestima” demasiado inflado. Por otra parte, si
entregamos nuestro ego a los demás, nuestra autoestima se desinfla por completo,
porque quedamos a merced de lo que la gente diga de uno y ya tú sabe: Nadie es
monedita de oro. Yo me acuerdo de un compañero en la licenciatura. “Jorge”, se
llamaba. Era guapísimo, rico, brillante, simpático… y cada mes iba al
psiquiatra porque sentía que no valía nada.
Yo me imagino que tal vez tú
conoces a alguien así. Alguien que debería tener una autoestima plena, y que
prácticamente no tiene autoestima. ¿Sabes por qué pasa eso? A mí se me ocurren
dos razones: La primera es porque nunca tuvo autoestima. Déjame me explico: la
autoestima empieza a nacer cuando la mamá tiene al bebé en sus brazos y le canta,
le dice que es hermoso, lo acaricia. Y si la mamá es fría, distante, no
expresiva, el niño crece con un problema de autoestima, porque percibe que no vale
lo suficiente. Peor todavía, si la mamá, o el papá, o los hermanos se la pasan
diciéndole: “Eres tonto, eres malo, eres feo”. Porque eso se vuelve una
profecía autocumplida y la persona crece así, creyendo que es tonto, malo y feo,
aunque en realidad no lo sea. Cuán importante es la labor de una madre en ese
sentido, ¿verdad?
La otra es cuando pasa algo
terrible en la vida: un accidente que nos roba movilidad o belleza, un despido
inesperado, un divorcio, el descubrir que tu pareja te engaña, el ser tartamudo…
cosas así que es como si a tu globo de autoestima le clavaran un alfiler y tú
te quedas con la autoestima “ponchada”, porque aunque la gente te diga que lo
hiciste bien, que te ves bien, que fue un logro increíble, ya no lo crees: tu
ego nutre a tu autoestima, pero toda la autoestima huye por ese agujero.
Ahora, lo curioso es que en las
Escrituras nunca aparece el término: “Autoestima”. Dado que puede confundirse
con el orgullo, no es fomentada en las Escrituras (véase Lucas 9:23, o Mateo
16:24). Pero el presidente Ezra Taft Benson dijo: “Si amamos a Dios, hacemos Su
voluntad, y tememos su juicio más que el del hombre, sentiremos autoestima” (Liahona, julio de 1989, p. 7).
Es decir: si entiendo bien, tanto
el mantener la autoestima en uno mismo como en los demás, es algo que daña
nuestra autoestima, pero si añadimos algo más a este esquema (nuestro Padre
Eterno), entonces tenemos una manera de mantenerla sana. Si me permiten, voy a
poner un solo ejemplo, aunque hay muchos en las Escrituras: Enoc. Si lees
Moisés 6:31-32, ves que Enoc tenía un problema de autoestima baja: demasiado
joven, tartamudo, era víctima de Bullying… pero simplemente se olvidó de sí
mismo en el servicio a la obre de Dios, y en 7:13 vemos en lo que se convirtió:
13 y
tan grande fue la fe de Enoc que dirigió al pueblo de Dios, y sus enemigos
salieron a la batalla contra ellos; y él habló la palabra del Señor, y tembló
la tierra, y huyeron las montañas, de acuerdo con su mandato; y los ríos de
agua se desviaron de su cauce, y se oyó el rugido de los leones en el desierto;
y todas las naciones temieron en gran manera, por ser tan poderosa la palabra
de Enoc, y tan grande el poder de la palabra que Dios le había dado.
De nuevo: la autoestima
perfectamente sana solo se logra cuando logras olvidarte de tu autoestima, y te
pierdes en el servicio del Señor. “Porque todo aquel que busca salvar su vida, la
perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará”. Mateo 10: 39). Incluso
si hay un agujero enorme en tu autoestima, cuando vienes al Salvador, de alguna
manera Él “parcha” la fuga de tu globo de autoestima. Ahora, yo no sé si te has
preguntado cuál es el proceso; cómo se realiza esto, pero creo que la respuesta
está en el libro de Éter. En 12:27 se lee:
27 y
si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres
debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se
humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces
haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos.
La primera parte le pasó a Moisés
y a muchos de nosotros. Uno cree que uno vale mucho, o que es muy inteligente,
o muy guapo, o muy simpático, o muy capaz: uno muchas veces está parado sobre
su ego sin darse cuenta, y cuando uno se acerca al Señor y ve Su poder, su
Misericordia, Su grandeza, lo mucho que dependemos de Él, entonces nuestro globo
del ego se desinfla y toma el tamaño que le corresponde: el de un ego sano: “Y
si lo hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad”. Y aunque uno podría
pensar que un ego desinflado es un ego débil, ahí está la promesa de que si te
humillas ante Él, y tienes fe en Él, entonces tus puntos más débiles, se
volverán fortalezas.
Ahora, si podemos ver todavía un
poco más de cerca este proceso, estoy seguro que podemos aprender mucho de lo
que tenemos que hacer para mantener un ego sano: cuando Moroni estaba
terminando de compendiar el libro de Éter, se sintió sin toda la capacidad y
tuvo una pequeña crisis de autoestima:
36 Y sucedió que le imploré al
Señor que diera gracia a los gentiles, para que tuvieran caridad.
Ahora, pon mucha atención por
favor a lo que le dice el Señor:
37 Y aconteció que el Señor me
dijo: Si no tienen caridad, es cosa que nada tiene que ver contigo; tú has sido
fiel; por tanto, tus vestidos estarán limpios. Y porque has visto tu debilidad,
serás fortalecido, aun hasta sentarte en el lugar que he preparado en
las mansiones de mi Padre.
Uno de mis capítulos favoritos de
las Escrituras es Proverbios 4. Allí el hombre más sabio de la humanidad
(Salomón) da consejos a su hijo acerca de cómo vivir una vida buena. ¿Qué
consejos le da?
1.
Sé sabio (v. 1)
2.
Escucha a tus padres (v. 10)
3.
Aléjate del mal (v. 14)
4.
Persevera hasta el fin (vv. 23-27) Y en esos
versículos da una serie de cosas que hay que hacer para perseverar hasta el
fin. Acaso la principal, la que hay que hacer cada día, es: “Examina la senda
de tus pies” (v. 26). Esa es la manera en que se cumple Éter 12:37. La manera
de ver nuestra debilidad para ser fortalecidos, es examinar continuamente la
senda de nuestros pies.
De nuevo, ¿Cuál es la relación
que existe entre la autoestima y la Expiación de Jesucristo? Nuestra autoestima
tiende a enfermarse: a estar desinflada o a inflarse de más, y es solo a través
de la Expiación del Salvador que puede estar perfectamente sana, si nosotros I.
Nos examinamos a nosotros mismos II. Venimos a Cristo. III Llegamos a ser uno
con el señor.
Ya me extendí demasiado pero, si
puedes, medita detenidamente estos versículos de Juan 15:
1 Yo soy la vid verdadera, y mi
Padre es el labrador.
2 Todo pámpano que en mí no lleva
fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve
más fruto.
3 Ya vosotros estáis limpios por
la palabra que os he hablado.
4 Permaneced en mí, y yo en
vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo si no permanece en
la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto, porque
sin mí nada podéis hacer.
6 El que en mí no permanece será
echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los recogen y los echan al fuego,
y arden.
7 Si permanecéis en mí, y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho.
8 En esto es glorificado mi
Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos.
Piensa en cada simple palabra de
estos versículos, pero sobre todo en este concepto: “Porque sin mí, nada podéis
hacer”. Y cuando estás cerca del Señor no hay problemas de orgullo o de
egoísmo: mientras más cerca estás de él, tu ego está más sano y, mientras más
te alejas de él, más tienes probabilidades de que se enferme, ya porque se
infle de más, ya porque se desinfle continuamente, “porque sin mí, nada podéis
hacer”.
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