Acerca del bien y del mal

Agrego algunas reflexiones, que continúan un poco lo que mencionaba en el correo anterior:

Hace mucho conocí a un hombre que veía todo con cara de pecado. Todo lo encasillaba en bueno o malo, o mejor dicho, todo lo que no era bueno, era malo, y su voz se elevaba con fuertes tonos condenatorios. Eso me irritaba mucho. Lo escuchaba y pensaba en las palabras del Loco de Turín: "Nunca confíes en alguien presto para condenar". Me parece que quien ve en todo el mal y el bien, quien se espanta del pecado, no puede comprender a quien sufre. Sólo quien ha visto de verca el mal, quien ha vivido en él, sin ser parte de él, comprende (suena ridículo, pero creo que aquí viene muy bien el verso de una canción: "Quien sepa de amores, que calle y comprenda"): no puedes comprender a la familia de un alcohólico a fondo, si no ha habido un alcohólico en la familia. Así que bueno, ver el pecado no me espanta, rara vez me encoleriza. Me irrita mucho cuando alguien emplea un vocabulario soez inapropiadamente, pero si veo a alguien robando, mintiendo, abusando, me entristece, no me irrita. Este hombre de quien hablo siempre se jactaba de que él nunca había cometido un pecado, de que era absolutamente limpio, y por lo mismo era intolerante con sus semejantes. En el fondo, creo que con toda su "justicia" no era feliz y, menos aún, eficaz: vivía pensando tanto en el pecado (imagínense: este maestro, hablara de lo que hablara, digamos, recuerdo una vez que una vez tuvo que hablar en público para animar a los alumnos a leer, y su charla era una monsega condenatoria donde no leer era pecado), que creo haber descubierto que el tipo era, sin pecar, un esclavo del pecado (D. y C. 121:17).

Yo no puedo ver la vida en función de mal y bien, porque hay muchas cosas que no son buenas o malas. Un helado de chocolate no es bueno ni malo, por ejemplo. Claro, no falta quien a fuerzas quiera encasquetarle esa etiqueta moral, argumentando que engorda, y que la obesidad no es buena, etc., pero ese camino es el mismo de esta persona que menciono arriba: hay muchas cosas buenas o malas, pero hay muchas que son parte de la vida, y que simplemente están allí, para embellecer y/o hacer interesante la existencia: las cucarachas, las ratas, los mosquitos y los vecinos, por ejemplo.

Otra manera de ver las cosas es considerar al mal como una enfermedad. Hay quien ve al alcoholismo como una enfermedad física, a la dependencia de la pornografía, como una adicción mental, cosas así: e intuyo que quien cree eso tiende a olvidarse del bien y del mal, que sí existen, y ve las cosas sólo a corto plazo, olvidándose de las consecuencias eternas que siempre trae consigo el pecado. Es traslapar las cosas espirituales al terreno de las cosas físicas.

También (creo que a veces tiendo a eso, por la educación que recibí, o por mi propia naturaleza) se pueden ver las cosas como una cuestión un poco ética: pensar en el ser, o en el deber ser. Aquello es correcto (es bueno), o es incorrecto (es malo), que me imagino que es mejor que lo anterior, pero sigue teniendo un defecto: hablar del bien y del mal es hablar de cuestiones que van más allá de la ética: es hablar de cuestiones que son eternas: Las cosas que son espirituales son cosas que van más allá de la muerte, y afectan la eternidad. Quien tiene fe, no le afecta tanto lo que le sucede en este momento, porque sabe que lo que pasa en este mundo es meramente transitorio, pero igual existen realidades espirituales, y esas sí perduran.

Cuando hablo de realidades espirituales, quiero decir que así como existe salud física, existe salud espiritual. Que existen enfermedades espirituales. Enfermedades que dañan el espíritu, y a esas enfermedades les llamamos pecado, o mal. Si lo vemos así, el pecado condenable, sí, pero al mismo tiempo refleja a alguien que está enfermo de su espíritu, y a veces eso también le lleva a enfermarse en su cuerpo. Siempre admiraré a Spencer W. Kimball, un hombre con tanto amor, que veía al pecado como la manifestación de un deseo insatisfecho. Un pecador es siempre alguien que sufre, que está atrapado, y que necesita ayuda. No siempre, pero sí muchas veces, es alguien que quiere salilr de eso, pero no sabe cómo.

En ese sentido, el arrepentimiento es la mejor medicina, el tomar como medida La Verdad, tal como se encuentra en Las Escrituras es el mejor diagnóstico, el aprender, entender, aplicar, principios verdaderos es la mejor vacuna para nuestros hijos.

Bueno, iba a decir más cosas, pero me quedo en estas reflexiones. Es tiempo de iniciar el día de trabajo. Que tengan todos ustedes muy buen día:

Óscar Pech
"In the faces of men and women I see God"
Walt Whitman, from Leaves of Grass

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