La injusta vida (la aburridora ataca de nuevo)


Una vez fui a ver a mi jefe, y le hice una pregunta. Le dije: Yo ya sé la respuesta, pero quiero escuchar su punto de vista. Y nada, que le hice la pregunta, aparentemente sencilla, aparentemente directa. Al rato él ya había explotado y me regañaba. “No lo estoy cuestionando”, le dije: “No olvide que le dije que yo ya sabía la respuesta, pero quería escuchar la suya”. Porque mi placer es ese: pensar por horas acerca de algo, y tratar de encontrar una respuesta que sea La Respuesta, aunque tal vez no lo sea, pero que sea lo más parecido a La Respuesta. 

Y cuando escucho las repuestas de los demás, eso me enriquece. En este caso, la pregunta es: ¿Esta vida es justa? Hice la pregunta a algunos de ustedes y ahora, por si a alguien le interesa mi respuesta, resumida, es esta:

Creo que, en cuanto a esta pregunta, hay dos opciones: 1. No crees en Dios, y entonces todo es injusto, porque es obvio que la vida es injusta: Unos nacen guapos, otros no. Unos nacen talentosos, otros no. Unos nacen ricos, otros no. Unos nacen con muchísimas oportunidades, otros nacen impelente para ser como el queso menonita: para ser raspados continuamente contra el rallador de la vida, para ser consumidos tan rápido como sea posible. Imagino que una vida así, donde lo importante es sólo sobrevivir, implica altas normas para no hundirse en el camino de lo más fácil. Imagino que una vida sin Dios implica un gran esfuerzo para que la vida no te amargue. 2. La segunda opción, paradójicamente, me parece más compleja. No sólo porque es más difícil tener y conservar la fe, que no tenerla, sino porque para quien cree en Dios, la respuesta suele tener más variantes. Trato de explicarme: 

Opción 2.1 Hay quien piensa: “Dios es justo. Luego entonces, todo lo que hace es justo. Dios hizo la vida, luego entonces, si Dios es justo, entonces la vida es justa.” Y creen que si piensan que la vida es injusta, entonces, de alguna manera, están renegando de Dios. Creo que esta perspectiva puede hacer que la persona tenga que hacer malabares mentales para justificar que la vida sea justa. Porque la verdad es que la vida, considerada de nacimiento a muerte, es francamente injusta. Dice alguien entre ustedes: “Por más que uno crea en Dios y se esfuerce por vivir de la mejor manera... uno pone su mejor cara, lucha por inspirar a otros, pero internamente las heridas no cierran. Te levantas siete veces, sí, pero las siete caídas dejan huellas”. Pensar que la vida es justa, porque si no sería renegar de Dios, tratar de no ver la amargura de esta existencia y, en descuido, tu existencia se vuelve hiel. 

Opción 2.2 Hay, creo, una mejor variante de esta postura, y que puede encontrar un sustento en las Escrituras. En Jacob 4:10 se lee: “Por tanto, hermanos, no procuréis aconsejar al Señor, antes bien aceptad el consejo de su mano. Porque he aquí, vosotros mismos sabéis que él aconseja con sabiduría, con justicia y con gran misericordia sobre todas sus obras”. Me fascinan esas palabras: Dios obra con nosotros con sabiduría, con justicia, pero sobre todo, con GRAN misericordia. Muchas veces no entendemos todo, no podemos ver lo que Él ve, porque Él conoce el final desde el principio, y nosotros descubrimos cada día instante a instante: nadie tiene las llaves de la Historia. Así que hay cosas que parecen injustas y no lo son, y viceversa. Y a veces duele que la vid le sonría a fulanito, que ha hecho cada cosa... o sentimos que tal vez se le está pasando la mano al Señor, y que no deberíamos ser castigados tan duramente, pero cuando uno piensa en eso: “hay cosas que no podemos entender: en su momento lo entenderemos, y la vida es justa”, Como dijeron tan bellamente: “es justa, solamente que PARECE injusta. Es bella, solamente que a veces SE VE fea, porque la vida no es lo que miramos”. Puede ser que uno encuentra un descanso, pero el hecho es que la vida sigue siendo injusta, y eso duele. 

Opción 2.3 Hay quien puede pensar, y creo que es la mejor opción: “Dios es justo, pero la vida es injusta. Fue creada por Él, pero hay un sentido en hacerla así. Esto obedece a un plan”. Cito de nuevo a ustedes, mi queridos amigos: “La vida, para ser justa, necesita de lo que es eterno. Mientras vivamos en esta tierra la vida puede ser muy injusta.” Si consideramos que esta vida no inicia con el nacimiento, sino que ya tuvimos otra vida antes de nacer; que tuvimos una existencia premortal, no con un cuerpo, sino como espíritus en la presencia de Dios, y que nuestra vida es consecuencia de la anterior, entonces todo cambia. Cada cosa que nos pasa en esta vida es continuación de algo que ya inició, pero que no recordamos, las cosas empiezan a tomar un sentido. Me explico: Hay hijos de Dios que antes de nacer no le echaron tantas ganas (Alma 13: 3-5) y acá reciben las consecuencias de su mal desempeño. Otros fueron tan buenos, que para alcanzar su perfección necesitan sufrir ciertas cosas, y el padre les da eso, no porque sea un castigo, sino porque, como dijo alguien entre ustedes, “a veces el pasar por cosas muy injustas, nos hace aprender cosas muy importantes”. 

E igual, todo en su momento cae por su propio peso. Todo en su momento ocupa su propio lugar. Creo que he aprendido eso: la justicia (la divina o la poética) hace que a la larga, no cuando uno quiere, las cosas sucedan. No debemos precipitarnos ni precipitar las cosas: todo es cuestión de paciencia. Imagino que por eso es tan sabio el dicho de que la venganza es una sopa que se toma fría. Uno no la busca: sucede, y a veces uno ni cuenta se da de que ya se hizo justicia. Hay gente que tiene su propio Getsemaní en secreto, y otros lo tienen en público... y hay quien aprende a vivir su Getsemaní con una sonrisa en los labios (y si quieren, les enseño cómo,  jajajaja).

En ese sentido, pensando en que hay un dibujo en el entramado de nuestra vida, un dibujo que no siempre podemos ver, pensar en la siguiente escritura me hace tener mucha fe: “Él no hace nada a menos que sea para el beneficio del mundo; porque él ama al mundo, al grado de dar su propia vida para traer a todos los hombres a él. Por tanto, a nadie manda él que no participe de su salvación”. (2 Nefi 26:24)

Vaya, que desde mi humilde punto de vista, en un mínimo grado esta vida es justa, la justicia, de manera plena, sólo existirá más allá de la muerte. Lo mismo la misericordia. Acá sólo vemos sombras de ello. Acaso para entender todo esto hay que recordar cuál es el propósito de esta vida. Porque, como dicen ustedes, “la vida es ciertamente más justa para unos que para otros”, “Y entonces, ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Quién controla la vida?” “No todo lo disparejo es injusto, ni todo lo justo es parejo”. Esta vida es un examen. Tenemos miles de años de existir, estamos en esta vida para demostrar que en verdad es cierto lo que dijimos antes de nacer: que apoyaríamos el plan de El Padre. Como en todo examen, no se vale usar acordeón ni apuntes, y por eso es que no podemos recordar lo que vivimos antes, porque estamos aquí para vivir por fe. 

Esta vida es injusta, fue diseñada para ser injusta y con lógica paradójica, podemos afirmar que estamos aquí para ser felices: “Adán cayó para que los hombres existiesen, y existen los hombres para que tengan gozo” (2 Nefi 2:25). Yo me imagino que antes de nacer, el Padre me dijo éstas o semejantes palabras: “Hijo, ha llegado el momento de nacer: nunca vas a brillar, a destacar, ni a ser alguien importante. Vas a nacer muy feíto, hijo, ¿estás de acuerdo?” Y dice Job, en el capítulo 38, que cuando se fundó la tierra, alabaron todas las estrellas del alba, y se regocijaron todos los hijos de Dios. Siempre me ha pesado ser tan feo, pero eso no me amarga. Duele que a veces no se valore lo que hago, pero procuro que eso no me llene de resentimiento. Lo que importa, finalmente, no es lo que viene de afuera hacia adentro, sino lo que viene de adentro hacia afuera. Tener “hambre y sed de justicia”, creo, es tener el deseo de hacer lo justo, no de que se le haga justicia a uno. Finalmente, “una persona justa, toma casi siempre decisiones justas”; una persona misericordiosa, tiende a tomar decisiones misericordiosas, y esa es su propia recompensa, independientemente de que la vida sea justa o no. 

La vida, me parece, no es justa. No la que inicia con el nacimiento y termina con la muerte. Y cuando tienes fe en un más allá, puedes tener esperanza. “De modo que los que creen en Dios pueden tener la firme esperanza de un mundo mejor, sí, aun un lugar a la diestra de Dios; y esta esperanza viene por la fe, proporciona un ancla a las almas de los hombres y los hace seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios” (Éter 12:4). 

Que tu fe, tu esperanza y tu caridad, esos bálsamos que curan los golpes de la vida, nunca se agoten, y que la vida, que no es como un mercader que siempre da kilos de 800 gramos, sino que sabe dar siempre de más y siempre de menos, te pueda sonreír esta semana, y continuamente (y, si no, de corazón, que todo lo que pases te sea soportable):

Óscar Pech
 
"In the faces of men and women I see God"
Walt Whitman, from Leaves of Grass

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