Nadie baja dos veces a las aguas de un mismo río

Y, con esa frase, ya se dijo todo. El río corre de continuo, y la persona se transforma en el fluir del tiempo. Somos seres cambiantes. Nadie ve dos veces la misma película: la película o el libro es otro ante nuestro cambio de perspectiva: Durante el mes pasado releí, con mucho detenimiento, El principio del placer, de José Emilio Pacheco. La última vez que lo había leído habrá sido hace unos 20 años, y en esta relectura el libro simplemente me abrumó: uno ve cosas que antes no veía. Se los recomiendo ampliamente: es genial, es grandioso, y no es un clásico, simplemente porque el autor comete el error de no dejar que su lector sea más inteligente que él (un autor, creo yo, debe permitir siempre que el lector sea más inteligente que él, pero para serlo, él debe ser más inteligente que el lector, y tener la capacidad para ocultar ese hecho: Pacheco escribe para ser analizado, escribe para la crítica literaria siguiendo las líneas del estructuralismo, y eso hace que su valor literario desmerezca un poco). Algo que no había notado nunca antes en él, es que sabe deleitarte continuamente con el refinado sabor de la pesadilla inminente. Sabe narrarte su adolescencia con ese gusto a sueño claustrofóbico del que uno no sólo no puede, sino que no quiere escapar. Un libro excepcional.

Y otro de los libros que me aventé (a medias) fue La increíble y tirste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, de Gabriel García Márques. Cuento a cuento me quedé maravillado por la capacidad del autor como narrador. En "El ultimo viaje del buque fantasma", por ejemplo, casi no hay argumento: un joven ve un buque fantasma que aparece a fines de marzo, avisa al pueblo, el pueblo no le cree, le dan de palos, al siguiente año el joven está al acecho para guiar al buque para que se estrelle contra el pueblo, fin del cuento. El argumento no da para mucho, salvo en las manos del autor, que hace una enumeración poética y extraordinaria, que hace que uno se quede sin habla, casi sin poder creer que pueda existir un texto tan bello. 

Ahora, y aquí empiezo a entrar en el tema de lo que quiero hablar, en "muerte constante más allá del amor", uno ve cosas que antes no podía ver, porque le faltaba experiencia en la vida. Un joven puede disfrutar el texto, pero no lo entiende si no ha pasado por muchas experiencias singulares de soledad que sólo ha vivido quien se está haciendo viejo. Un joven puede admirar la belleza de un texto así, o de El amor en los tiempos del cólera, pero no puede identificarse o comprender lo que dice el autor. Y lo mismo: uno llega, después de esa lectura deliciosa, al texto que le da nombre al libro y, al menos yo, me sentí profundamente irritado por la historia: una abuela que primero explota, y después prostituye a su nieta, una niña de catorce años. Por muy bello que pueda ser el texto, uno ya no lo lee, porque la idea desagrada. Molesta en el interior de uno: el arte no tiene que ser moral, de hecho casi nunca lo es, pero no puede darse el lujo de ser de mal gusto, o cae en lo abyecto. 

La cosa pudo haber quedado allí, pero ayer leía el periódico y me encontré con lo que sigue (http://www.eluniversal.com.mx/columnas/80314.html), que transcribo íntegramente (vale la pena ir a la liga, porque creo que vale la pena leer los comentarios que ponen los lectores). La autora es Lydia Cacho, la columna se llama Plan B, que publica el diario El Universal. Aquí la columna íntegra:


Pedófilos preciosos y el Nobel


La pregunta de la semana es ¿por qué García Márquez aceptó llevar a la pantalla "Memorias de mis putas tristes"? justo en un momento en que el mundo está luchando contra la creciente explotación sexual comercial de niñas y adolescentes. La novela tiene un público limitado, la película en cambio terminará en televisión y será masiva.
En esta novela un viejo de 91 años que ha tenido 514 amantes le pide a una lenona que le consiga a una niña virgen para su cumpleaños. Se la entregan en el prostíbulo, drogada para que resista la violación. El viejo le canta y se enamora.
Organizaciones internacionales contra la explotación sexual infantil y adolescente están cuestionando que se lleve a cabo una apología fílmica de la trata de menores avalada nada menos que por el Nobel y un gran cineasta danés, asociados con el gober precioso.
En su novela Gabo asegura que el viejo se enamora de Delgadina. Ese argumento lo hemos escuchado de cientos de pedófilos que buscaban niñas vírgenes de entre 13 y 14 años para violarlas y que pagaron por que alguien las secuestrara, comprara y vendiera; que incurriera en el delito de trata de personas con fines de explotación sexual.
¿Por qué Televisa se indignó con las aberraciones de Succar Kuri y Kamel Nacif y ahora pone millones de dólares para filmar una historia muy parecida? ¿Por qué Eva Garza, dueña de FEMSA invierte en una historia que convierte la explotación sexual adolescente en un acto de amor normalizado que ella ha criticado?
Esto nos recuerda el caso Polanski. El cineasta sedujo con engaños a una niña de 13 años, la violó analmente y huyó de Estados Unidos. Ahora lo arrestan y mucha gente minimiza el delito porque "es un genio" o "pasó hace muchos años". ¿Por qué la sociedad y algunos medios utilizan raseros diferentes para la gente poderosa, sea o no intelectual?
El hecho de que el gobierno de Mario Marín invierta un millón de dólares en la película es aberrante. Marín lleva años intentando lavar su imagen con intelectuales y medios luego de las llamadas que lo evidenciaron aliándose a los pederastas. ¿Hasta dónde le queda claro al Nobel de Literatura que se asocia con el gober precioso? Creo que mientras más famoso eres adquieres mayor responsabilidad moral y ética por tus acciones, puesto que la fama te convierte en paradigma, en modelo a seguir. Otro premio Nobel, J.M. Coetzee, publicó un ensayo en El País sobre esta obra de García Márquez y su relación con la pedofilia. Coetzee reflexiona sobre la insatisfacción moral que le deja este libro de Gabo; lo compara con Kawabata y el Quijote argumentando que el final de Memorias es moralmente cuestionable. La pregunta a responder es ¿tienen o no escritores y artistas una responsabilidad moral por lo reflejado en sus obras y por cómo se utilicen?
Si García Márquez elige asociarse con el político que protegió a la red de pornografía infantil es su derecho, cuestionarlo es el nuestro. No se trata de censura ni de moralina, sino de un debate real, de fondo, sobre el aval ideológico de la trata de niñas.

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