La aburridora y la educación de los hijos

 
No creo en casi ninguna teoría didáctica. Creo que el constructivismo, tan de moda, puede ser muy buena herramienta, pero si uno lo toma como filosofía de enseñanza, es un timo absoluto. Como filosofía de enseñanza, en el peor de los casos, optaría por cierto tipo de conductismo moderado. Algo que de alguna manera tuviera que ver con el condicionamiento operante. Algo así. Hay un programa de tele que recomiendo ampliamente: "The dog whisperer", en Nat Geo. Si entiendo bien su conductor, Cesar Millán, mezcla el conductismo con el budismo de una manera muy singular: mejora la conducta de los perros enseñando o adiestrando a los amos. Todo perro desea ser parte de una camada y necesita quien le guíe. Pocos animales pelean su calidad de macho alfa ante un humano, y creo que mucho de mi éxito en mi trato con adolescentes se debe a aplicar esa simple filosofía en mi trato con los menores.

Vaya, no quiero decir que un adolescente o un hijo es un perro o una mascota, pero hay principios que funcionan. Me explico: hay otro programa de televisión que disfruto mucho AFV, donde la gente manda sus vídeos caseros chistosos, y uno se ríe de las cosas que les pasan. Salvo que a veces no son chistosos. Salvo que a veces son altamente instructivos. Cito dos ejemplos que me parecen muy instructivos: 1) El berrinche ambulante. Un padre filma a su hijo haciendo berrinche. En cuanto el niño ve que el padre ya no está, deja de llorar, se levanta, busca a su padre, lo encuentra, se tira al suelo a seguir llorando, el padre se retira, el niño nota que llora solo, deja de llorar se levanta, encuentra a su padre, se tira al suelo, etc, hasta el aburrimiento. 2) El berrinche dirigido. El niño llora en su cuarto. Cada vez que el papá se asoma y le dice que se duerma, el niño reinicia el berriche, con renovados bríos. El padre se pone una peluca, hace la voz lo más delgada posible, se asoma, llama al niño por su nombre, le dice que es hora de dormir, y el niño sin chistar prácticamente se arroja a la cuna y se acuesta a dormir sin llorar más. En ambos casos lo que vemos es más o menos lo mismo: el niño le ha tomado la medida a sus padres y demuestra que los controla con la amenaza de llanto.

Creo que a veces olvidamos qué es el llanto: el llanto es una muestra natural de malestar físico o emocional: el niño llora porque le duele algo, tiene el pañal lleno, tiene hambre, o bien, tiene miedo, se siente abandonado, se siente vulnerable. Aprende que cuando llora, la madre acude, y si los padres no son cautos, entonces la relación de amor se vuelve una relación de poder: "lloro y tú obedeces para que no llore". Tengo unos conocidos que, cuando sus amistades le visitan, su hijo adolescente prácticamente les dice: "si no me das dinero en este instante, te hago un teatrito aquí en frente de tus amigos", y lo increíble es que mis amigos acceden al chantaje. Alguna vez dijo él, con esa sonrisa un poco triste de quien dice algo sabiendo que miente para sí mismo: "después de todo, ¿qué tanto son doscientos pesos?: el chico se los merece". Cuando llegué a Chihuahua por primera vez, escuché un refrán que era como moda y que poco a poco ha ido cayendo en desuso: "los niños no lloran sangre". Muy cierto, ¿no? Llorar no le va a hacer daño a tu hijo, tenga la edad que tenga. Una vez más: si uno no se cuida, las relaciones de amor se vuelven relaciones de poder. No se trata de que los padres manden en la casa, pero sí de que los padres gobiernen, por algo tiene una edad y madurez y criterio mayor, como para saber qué es propio y qué no es propio en el hogar. Si quien gobierna es un niño con un berrinche, hermano, te mereces que te pase lo que te pase.

Alguna vez leí que un caballo es mucho más resistente, poderoso, fuerte que su jinete, pero como no lo sabe, el jinete lo controla con el bocado. Si el caballo tuviera conciencia de cuán poderoso es, ni de chiste se dejaría dominar por un enano que se le trepa encima.

Conclusión: es muy fácil educar a un niño ajeno, porque no te estorban los sentimientos. Creo haber descubierto que el peor obstáculo para ser un buen padre, es un sentimiento de amor mal entendido.

Para mí, como maestro, siempre es un poco asombroso ver cómo se comporta un grupo de alumnos adolescentes: siempre miden al maestro y, si éste es de carácter débil, seguro que le tomarán la medida. En cambio, con el caso contrario, todo grupo es como gelatina, que terminará por tomar la forma del molde, y en un día que tienen ocho horas de clase, un mismo grupo sabe con qué maestro comportarse de tal manera, y con qué maestro comportarse de otra,  porque no es en balde que se afirme que el diablo sabe a quién se le aparece.

Recuerdo a un maestro en la universidad demasiado afable, demasiado bondadoso, que en la primera semana de clases reprobaba unos dos alumnos al menos pretexto. Los expulsaba de su aula y los mandaba directo al extraordinario. Todos los alumnos que quedábamos estábamos tan atemorizados, que nos comportábamos como unas seditas. Ya luego descubríamos la nobleza de su carácter y la llevábamos muy bien, siempre cuidando de nunca ir más allá de la raya, sólo por si acaso. Alguna vez le pregunté que por qué hacía eso cada semestre. "Tienes que ser malo para ser bueno", decía él, y eso no es cierto. Eso es mentira. Pero el principio es verdadero: tienes que poner límites. Y no tienes que ser malo, pero sí tienes que ser duro, para poder ser bueno.

El punto de este correo es ¿Quién está a cargo? ¿Quién es el responsable? Si tu bebé te controla con el llanto, algo anda mal. Si tu adolescente te controla con un berrinchito, ya perdiste. Ese es el cimiento: sobre ello tú decides qué y cómo construyes la educación de tus hijos, que muy bien amerita otro correo como este, porque el mismo ya se extendió demasiado; sobre estas ideas puedes bordar otras, que todo el que a su hijo consiente va engordando una serpiente, o que uno debe tener mano de hierro y guantes de seda, o lo que sea. De cualquier modo me interesa mucho saber cuál es tu opinión de estas ideas:
Óscar Pech Lara
 
"In the faces of men and women I see God"
Walt Whitman, from Leaves of Grass

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