La Bruja y el Lobo (un cuento muy viejo).

     La bruja y el Lobo.
            Esta historia debe ser leída un poquito –—sólo un poquito–— como un cuento para niños. Yo pongo las palabras y el lector en su mente debe poner los dibujos que yo indique, si le parece bien.
Había una vez... el Lobo Feroz, que por caminar ensimismado cayó en la trampa que habían construido, una vez más, los tres cochinitos. La imagen que debe haber en tu mente es la del Lobo cayendo en una trampa mal cubierta por ramas y hojas secas. Las trampas de los tres cochinitos eran siempre iguales: rústicas, monótonas y predecibles, pero esta vez el Lobo estaba sumido en sus pensamientos y por eso no advirtió la trampa sino hasta que había caído en ella.
Más tardó en caer, que en ponerse de pie, y tratar de alcanzar la salida. Saltó y saltó, pero era claro que en cada ocasión no llegaba ni a la mitad del camino. “No vas a llegar”, le dijo una voz de mujer. “Yo ya lo he intentado por mucho rato”. Y el Lobo no se asustó, porque se trataba de una voz muy dulce. Volteó a ver de quién se trataba, y descubrió que era la Bruja de los cuentos. Nunca la había visto en persona y por lo mismo una parte de su mente le dijo que debería asustarse aunque otra le mostraba que sus ojos veían otra cosa: el Lobo se dio cuenta de que era, o que había sido, más bien, pero que de alguna manera todavía seguía siendo, muy bella. No, no debes imaginar una mujer muy bella, pero sí una mujer muy elegante. Y la imagen que debes tener en tu mente es la de ambos en la oscuridad, avergonzados de sorprenderse mirando el uno al otro, casi juntos, sonrojados, mirando hacia el otro lado despistadonamente.


En eso aparecieron los tres cochinitos, unos gamberros bien hechos que no paraban de burlarse de ambos con sus agudas y chillantes carcajadas porcinas. La Bruja miró al Lobo. Con su delicada voz le dijo: “Si trabajamos juntos, podemos salir de esta y otras situaciones”. El Lobo la miró, como a quien se le ocurre de repente una idea muy brillante. La Bruja, animada, continuó: “Con tu esfuerzo y mi magia, podemos aunque sea hacer justicia, cambiar el final de muchos cuentos, y darle su merecido a quien merece un escarmiento, como a esos pesados de Hansel y Gretel.
–—Trust me –—dijo el Lobo Feroz, porque la Bruja era bilingüe–—. Just trust me–—. Y antes de que la Bruja pudiera darse cuenta de qué pasaba, el Lobo ya estaba sobre los hombros de ella, y había saltado hacia afuera de la trampa, persiguiendo a los tres personajes que chillaban como... bueno... como cochinos. Y esa es la imagen que está impresa en la página, ¿verdad? El Lobo corriendo, los tres cerditos corriendo con sendas caras de pánico, y hacia el fondo se alcanza a ver un rostro hacia el fondo del foso con un dejo de asombro al ver las letras gigantescas que inundan la página: “Cuíiiiiiic”, “Cuíiiiiiic”, “Cuíiiiiiic”.
El Lobo sacó a la Bruja y casi de inmediato empezaron a cambiar los finales de todos los cuentos: En “Rapunzel” quien corta el cabello a la chica y dejan ciego al príncipe son Hansel y Gretel, no la Bruja, y cuando el príncipe recupera la vista los hace desollar vivos; En “Los tres cochinitos”quien cae en el caldero hirviendo es Hansel, que era un vago que se la pasaba destrozando casas de buenos ciudadanos; Gretel les pone una demanda ante Derechos Humanos, y los Tres Cochinitos pierden en juicios y abogados todas sus posesiones. En Caperucita Roja quienes se la pasan asaltando niñas en los caminos son un par de malvivientes llamados Hansel y Gretel, que en verdad destrozan la casa de la abuelita... y así. Hasta que una de tantas el Lobo se acerca a la Bruja y le pregunta: “¿Por qué en todos los finales tienen que terminar tan mal Hansel y Gretel?” (Y esa es la imagen que quisiera que hubiera en tu mente: El Lobo habla y, rodéandolo, están Hansel y Gretel muchas veces: en ocasiones corren envueltos en llamas; en otras terminan obesos, en otras terminan encerrados por años en la cárcel del condado, o terminan viejos y solteros viviendo en la misma casa, odiándose a muerte y mirándose con recelo... el caso es que la culta y elegante voz de la bruja le responde: “Se trata de mera justicia poética”. Y, como le pareció que el Lobo no entendía, agrgó: “¿Cómo te sentirías si vez tras vez, cada vez que se cuetna el cuento, vinieran unos chulos desvergonzados y alborotadores a destruir la casa que tus sueños, que has edificado con tanto sacrificio?; ¿O qué: acaso puedes imaginar un final mejor?” El Lobo pensó largamente y respondió: “Creo que puedo”, y agregó con certeza:


–—Trust me –—porque la gan lección de esta historia es que la amistad no puede existir sin la confianza–— Just trust me. Y el cuento de Hansel y Gretel tuvo un final que nunca antes había tenido, y esa es la imagen que debes tener en tu mente: En la central camionera, en la sección de Ómnibus de México, el Lobo Feroz vestido de camisa blanca y con una corbata muy bonita está frente a un par de maltrechos jóvenes. Del bolsillo trasero de su pantalón saca la cartera y les paga el pasaje para que huyan del País de los Cuentos a cualquier lugar en donde puedan vivir en paz, ahora que habían aprendido a vivir sin molestar a nadie. Ni siquiera a sus vecinos. En esa imagen metal que estás haciendo, debes ver muy maltrechos a Hansel y Gretel, que agradecidos, humildes (y, de paso, perniquebrados, vendados, con un parche en el ojo) extienden la mano para recibir el billete.
Los finales no volvieron a ser los mismos. Pasaron de ser acremente vengativos, a ser meramente justicieros, a ser más apacibles, más constructivos, más... simplemente felices, donde los ilustradores gastaban menos en tintas lúgubres, que son difíciles de conseguir, y más en tintas color pastel, aptas para niños. Finales sencillos y felices que hacían que los lectores tuvieran más ganas de vivir, y ambos descubrieron que para lograrlos cada vez se requería menos de magia o de gran esfuerzo, porque la Bruja y el Lobo aprendieron que trabajando juntos, nada más con eso, con estar unidos en lo mismo, confiando el uno en el otro, podían cambiar el final de todas las historias (y aquí puedes poner la imagen que quieras; Yo me imaginé una casita en medio de un bosque canadiense, de cuya chimenea sale un humo en forma de corazoncitos, pero si es muy cursi puedes ponerle lo que te imagines, mientras con letras muy grandes, se repite en mayúsculas): De todas.



Óscar Pech Lara
"In the faces of men and women I see God"
Walt Whitman, from Leaves of Grass

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