Kallisti (Para la más bella)

La historia la conocí primero con El Mexicanito, mi maestro de Literatura en la prepa. El mito me pareció muy interesante. Ya luego ahondé en el mismo, sintiendo que había algo especial; que tenía qué tener un significado.

En la mitología no puedes contar una historia desde el principio, porque todas son una serie de historias que se engarzan, de manera indefinida. Si hubiera que marcar un inicio, tal vez sería indicar que Tetis, inmortal, se casa con Peleo, mortal. Ellos no lo saben, pero de esa unión va a nacer Aquiles. Como es harto infrecuente la unión de dioses con mortales, a la fiesta sólo se invita a la crema y nata de la sociedad divina y humana. Así es. incluso hay dioses que no son invitados, como por ejemplo Eride, la diosa de la Discordia quien, molesta por no haber sido invitada a dicha boda, tramó un modo de vengarse empleando su naturaleza doble entre los invitados: se presentó en el sitio donde estaba teniendo lugar el banquete, y arrojó sobre la mesa una manzana de oro, que habría de ser para la más hermosa de las damas presentes. Dije que empleó su naturaleza doble: dulce y amarga, como la venganza, como esa manzana de oro: atractiva, pero cuyas consecuencias serían terribles.

Total, que hasta donde yo sé, ello inicia el certamen de belleza más antiguo de la historia. Las mortales no cuentan en esta historia, pero entre las diosas, hay tres que quedan como finalistas. Atenea, que es la diosa de la guerra, Afrodita, que es la diosa de la reproducción y Hera, que es la diosa de los nacimientos, sí, pero también, y esto hace que el mito tenga un sentido especial desde mi punto de vista, las tres también son, respectivamente, diosas de la sabiduría, del amor y del matrimonio.

Me asombra que Hesíodo diga que "las tres, mujeres al fin, creían ser la más hermosa". Yo tengo para mí que los dioses griegos han de haber sido jalisquillos: no sabían perder, y cuando llegaban a perder, solían arrebatar. Sigue una gran discusión, Eris feliz, hasta que Zeus trata de poner orden. Sabe que las diosas son más rencillosas que mujeres de vecindario arrabalero
así que, como dicen en España, trató de sacar la castaña del fuego con mano ajena, y entonces decidió encomendar la elección a un joven mortal llamado Paris, un pastor que sin saberlo era hijo del rey de Troya.

Para no hacer larga la historia, diremos que le entregan la manzana con la consigna de entregarla a la diosa que considerara más hermosa. Las diosas, corruptoras como político mexicano, no le ofrecen despensas ni un hueso en el próximo sexenio, un cargo en el SNTE, sino que tratan de sobornarlo lo que ellas podían ofrecerle, de tal manera que
en mi propia versión del mito Hera, esposa de Zeus, le ofrecie eso: un matrimonio estable, hijos; Atenea podría ofrecerle una mujer llena de sabiduría; Afrodita, le ofreció el amor de la más bella mujer del mundo. Claro, que Paris no era tonto: sabía que elegir a una implicaría el odio de todas las demás. Es decir, podía escoger a una buena esposa que le diera hijos, pero ésta no sería inteligente ni hermosa. Podía escoger a la mujer que supiera latín (y que, por ende, no tendría buen fin), pero ni sería una buena esposa, ni sería hermosa. O podía escoger a una mujer bellísima, pero no sería inteligente, ni buena esposa. Se trata entonces no sólo de escoger lo que más deseas, sino también de tener cuidado de no tener, también, lo que más odias.

El mito por su naturaleza nos enseña una gran lección, seas hombre o mujer: por lo general puedes tener sólo una de las tres cosas: un buen esposo que sabe arreglar las goteras, o un cuate muy guapo, o un hombre agudo en sus razonamientos, pero casi nadie reúne las tres cualidades. ¿Cuál escoges? O, si ya estás casado, ¿Cuál escogiste, consciente o inconscientemente? ¿O eres esa gente excepcional cuya esposa tiene dos o hasta tres de las cualidades? (Aunque, claro, existe la posibilidad de que te toque ser ese tipo de looser cuya pareja no tiene ninguna de las tres cualidades).

Paris escoge lo que, imagino, escogería casi toda la humanidad: el amor de la mujer más bella, y ello desata el equivalente a la Primera Guerra Mundial de la época micénica. Que bueno, acaso implica que el amor siempre va a desatar conflictos, dolor, muerte.

Algo así pasa en el cuento de "El pescador y su alma", de Oscar Wilde: el pescador puede escoger entre el amor, las riquezas, la sabiduría y la lujuria. Aquí hay un elemento que no está en el mito griego: la lujuria. El pescador, después de haber escogido al amor, comete un error, opta por la lujuria, y debe pagar el precio, pero la gran lección es esa: escoge al amor. Escoge al amor siempre. 


Óscar Pech
 
"In the faces of men and women I see God"
Walt Whitman, from Leaves of Grass

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