El efecto mariposa

Aunque ya sepas qué es El efecto mariposa, creo que vale la pena leer con calmita esta entrada de la Wikipedia:
http://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_mariposa

Yo vi la película de El efecto mariposa, y me pareció demasiado predecible. A los 15 minutos ya sabía qué pasaba y en qué iba a acabar, pero no entendí el planteamiento: la imposibilidad de cambiar el pasado. Hace tiempo Alguien, de cuyo nombre en este momento no deseo acordarme, me preguntó: "Si Dios te concediera un sólo deseo, ¿Qué pedirías?". La pregunta es terrible, porque si fuera un genio uno podría pedirle cualquier cosa, muy probablemente sería volver al pasado, y corregir un sólo error en mi vida, y sé que con esa simple corrección, toda mi vida habría sido diferente. Pero El Padre no concede esa clase de deseos. El irreverente pero sabio refrán dicta: "Dios no cumple caprichos ni endereza jorobados". Lo más que podría pedirle uno es ser fiel, pese a todos los errores cometidos en el pasado, pese a todas las circunstancias, hasta el fin. No hay más. Aferrarse a la fe, a la esperanza, a la caridad. Lo demás es bueno sólo para la ficción. No hay manera de hacerse uno mismo un Michael J. Fox en un Back to the Future personal. Últimamente pienso mucho en que puedes reunir a todo el poblado de Atenco a hacer una memoria plural de los hechos, y acaso eso sirva para capitalizar el pasado, para superarlo o aprender de él, para curar, pero finalmente no puedes volver al pasado y cambiarlo. No puedes devolver la vida ni el tiempo a quienes vivieron esa terrible circunstancia.

Uno deja el pasado allá atrás, y casi siempre es malo dejar abiertos los caminos para pasearse en él. En ese sentido, vale la pena recordar esta reseña que Borges nos da de L'hommequi s'est retrouvé, de Henri Duvernois. (Textos cautivos, Tusquets, 1986, pp. 114-115):

Esta novela corresponde a su nombre, literalmente. El nada heroico héroe, Portereau, se encuentra consigo mismo, no por vías de símbolo o de metáfora –—como en el cuento «William Wilson» de Poe–—, sino de veras. Es famosa la creencia pitagórica de que la historia universal se repite cíclicamente, y en ella la de cada individuo, hasta en los pormenores más ínfimos; Duvernois emplea una variante de esa doctrina (o de esa pesadilla) para el mecanismo de su obra.

Portereau, caballero apacible y voluptuoso, de cincuenta y cinco años, llega a un planeta que gira alrededor de la estrella Proxima Centauri. Asombrosamente, desembarca en territorio austrohúngaro. Este planeta es un facsímil de la Tierra, pero con un retraso de cuarenta años. Portereau va a París –—al París un tanto diverso de 1896–— y se presenta a su familia como un pariente que acaba de volver del Canadá. Todos salvo su madre, lo reciben con escaso entusiasmo. Su padre llega a negarle el saludo; su hermana lo considera un intruso. Los continuos proyectos financieros que su conocimiento del porvenir le permite insinuar son unánimemente rechazados y confirman su renombre confuso de estafador insano e ineficaz. Nadie, sin embargo, le demuestra mayor hostilidad que su antiguo yo, que insiste –—despiadada e imbécilmente–— en batirse con él.

Un libro admirable, acaso no inferior a los más intensos de Wells.

No sólo no puedes cambiar el pasado, sino que acaso tu peor enemigo serías tú mismo. Acaso, después de todo, Uza, simplemente porque es Uza, trataría de volver a sostener el arca, y volvería a caer por la ira divina, aunque supiera lo que le esperaba. No sé, ¿Qué piensas tú?



Óscar Pech Lara
 
"In the faces of men and women I see God"
Walt Whitman, from Leaves of Grass

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