Serpientes y mariposas

Alguna vez perdí una amistad porque me decía que siempre que yo escribía, terminaba hablando de religión. Lo cual es y no es cierto. Igual alguien podría decirme que termino tratando de educar, o de analizar. La verdad es que, como dijo Javier Padilla, uno es ineluctablemente lo que escribe. Todo lo que decimos es, finalmente, una pequeña muestra de lo que somos. Yo imagino que tras de cada escrito hay una determinada ideología, y sí, si a mi vida le quitan la música, la Literatura, el razonamiento, la religión, dejaría de ser yo. Y algo así pasa con los textos que siguen. Uno puede leerlos y ver su belleza, pero no fueron escritos para sólo ser interesantes o bellos, sino porque había en ellos una serie de simbolismos, de conceptos, que no sé hasta qué grado sean entendidos hoy día.



Hace tiempo hablaba de lo que el Instituto maxwell nos ha dado acerca de la arqueología. Hablaba de los olmecas como la cultura madre, pero algo que no mencioné es que hay también una especie de cultura madre entre los pueblos nahuas. El origen de todo parece estar en Teotihuacan (así, sin acento: el náhuatl por lo general se forma de palabras graves; el maya, de palabras agudas). De Teotihuacan la cultura es heredada a los toltecas, de los toltecas a los chichimecas, y de allí la toman los aztecas y hacen con ella lo que se les ocurre. Van, pues, algunos textos, que me parecen dignos de ser compartidos. De antemano pido disculpas porque voy a interrumpir a cada rato. El primer texto (Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y sus cantares, de Miguel León Portilla, FCE, 1970, pp. 25-26) nos habla de cómo la gente se reunió, casi convocados por una fuerza no enunciada, a fin de fundar la ciudad de Teotihuacan:



En seguida se pusieron en movimiento,
todos se pusieron en movimiento:
los niñitos, los viejos,
las mujercitas, las ancianas.
Muy lentamente, muy despacio se fueron,
allí vinieron a reunirse en Teotihuacan.
Allí se dieron las órdenes,
allí se estableció el señorío.
Los que se hicieron señores fueron los sabios,
los conocedores de las cosas ocultas,

los poseedores de la tradición.
Luego se establecieron allí los principados...


hasta aquí parecería que todo es sólo historia: una explicación de cómo se conforma una sociedad con sus clases sociales, estratificándose de acuerdo con el conocimiento (¿con la capacidad de adquirir instrucción?) que poseían, pero entonces sigue una especie de paréntesis, con un último verso verdaderamente asombroso:



Y toda la gente allí hizo adoratorios [pirámides ],
al sol y a la luna,
después hicieron muchos adoratorios menores.
Allí hacían su culto
y allí se establecían los sumos sacerdotes
de toda la gente.
Así se decía Teotihuacan,
porque cuando morían los señores,

allí los enterraban.
Luego encima de ellos construían pirámides,
que aún ahora están.

Una pirámide es como un pequeño cerro,
sólo que hecho a mano.
Por allí hay agujeros,
de donde sacaron las piedras,

con que hicieron las pirámides,
y así las hicieron muy grandes,
la del Sol y la de la Luna.
Son como cerros
y no es increíble
que se diga que fueron hechas a mano,

porque todavía entonces
en muchos lugares, había gigantes...


Así que bueno, si alguien alguna vez ha visitado las pirámides del sol y de la luna en Teotihuacan, sabe lo impresionantes que son, que abajo de ellas han de haber tumbas de grandes gobernantes o sacerdotes, pero lo más importante: que los antiguos decían que habían sido hechas por los últimos gigantes. Y queda en el aire esa palabra, sin que haya quien pueda indicarnos qué quiere decir esa palabra, si se refiere a estatura física, intelectual, espiritual, tecnológica... o si eran gigantes en todos esos sentidos al mismo tiempo. Y entonces el poema se acerca al tema religioso. Antes de seguir con el poema, vale la pena ver esta breve liga: http://www.teotihuacan.gob.mx/turismo/nomenclatura.asp Llama la atención cómo el agua descompuesta de alguna manera se liga al dios: lugar donde la muerte es vencida y se llega a la divinidad. El poema prosigue:



Y lo llamaron Teotihuacan,
porque era el lugar
donde se enterraban los señores.
Pues según decían:

"Cuando morimos,
no en verdad morimos,
porque vivimos, resucitamos,
seguimos viviendo, despertamos. 
Esto nos hace felices". 


La idea corresponde con la liga de arriba: Teotihuacan, pese a todos los descubrimientos hallados en las últimas dos décadas, no era sólo un sitio de cruentos sacrificios humanos, sino que era también un lugar de esperanza. O en su momento lo fue, antes de caer en apostasía, o en su momento tuvo contacto con pueblos que tuvieron la verdad. Hay textos donde se habla de monoteísmo en Teotihuacan o, como aquí, de resurrección. Un concepto que da un sentido por completo diferente a la vida: la esperanza de que no todo termina aquí. Muchos siglos después otro pueblo nahua, los aztecas, hablarían más bien de un concepto diametralmente opuesto, el de reencarnación, que estaba determinado por el tipo de muerte que sufría la persona, pero en el momento en que se escribió este texto, los teotihuacanos creían en la resurrección.



Aquí vale la pena hacer un paréntesis y explicar. Entre los aztecas hubo un hombre sumamente astuto, una especie de Maquiavelo mexica: Tlacaelel. Tlacaelel descubre que el poder se desgasta con el uso, y que la mejor manera de ostentar el poder es estar detrás del poder. Fue el consejero de tres tlatoanis o emperadores a lo largo de 50 años. Su vida vale la pena comentarla en detalle, pero sería salirnos del tema. Basta saber que llega el momento en que manda quemar todos los libros de historia, tanto de los mexicas como de los pueblos dominados por los aztecas, a fin de hacer de la historia un instrumento de dominación cultural.  fin de reescribir la memoria de los pueblos que habitaban el valle de México. Ante este surgimiento de un poderío inusitado en un grupo de outsiders (eso eran los aztecas), todo mundo agacha la cabeza y asiente, temeroso. Sólo hubo un hombre que se negó a quemar los libros de historia, alguien por quien conocemos este texto que estoy citando: el buen Nezahualcóyotl, que con valor nos legó este y otros textos que nos permiten conocer lo que fue la cultura teotihuacana.



Ahora, ¿cómo entendían los teotihuacanos el concepto de resurrección? El poema prosigue, y se acerca al tema central de este escrito:


Así se dirigían al muerto,
cuando moría.
Si era hombre, le hablaban,
lo invocaban como ser divino,
con el nombre de faisán,
si era mujer, con el nombre de lechuza,
les decían: 


¿Por qué faisán? ¿Por qué lechuza? no lo sé. Sé que tras de ellos sebe haber algún simbolismo, pero ese significado se me escapa. ¿Alguien puede explicarlo, o darme alguna pista? Pero lo que importa es lo que sigue:



"Despierta, ya el cielo se enrojece,
ya se presentó la aurora,
ya cantan los faisanes color de llama,
las golondrinas color de fuego,
ya vuelan las mariposas".


Por eso decían los viejos,
quien ha muerto, se ha vuelto un dios.

Decían: "se hizo allí dios,
quiere decir que murió".



Resucitar es despertar. la muerte es sólo dormir: un período de espera. La aurora, con su color rojo, nos sugiere eso: un amanecer glorioso. El equivalente nahua del carro de fuego de Elías son esos faisanes celestiales, color de llama. Las golondrinas resplandecientes, que irradian luz y, sobre todo, el mejor símbolo de todos: el de la mariposa. La metáfora es simple, obvia y bellísima: en esta vida todos somos orugas. La manera en que en muchas partes de mesoamérica se ataba a los muertos semeja eso: capullos de oruga que esperan, para levantarse en cuerpos celestiales, en mariposas. La mariposa como un símbolo de la resurrección gloriosa: volver a vivir, pero ahora como un dios.



Yo no sé qué sentirá o pensará una persona común al ver una mariposa hoy día, pero todo objeto simbólico cambia de sentido con el tiempo. Para los teotihuacanos la mariposa simbolizaba la resurrección. En la poesía nahua de ocho siglos después se le menciona mucho, pero su sentido ya no es el mismo.  Aquí vale la pena decir que en la poesía náhuatl cercana a la conquista, que es la que más abundantemente ha llegado a nosotros,  no se hablaba mucho de joyas o de oro como el adorno principal, sino de plumajes, de flores. Y en todo esto está la mariposa, como un símbolo ya no exactamente de la resurrección, sino más bien del alma inmortal (porque, insisto, para este momento le religión nahua ya no creía en la resurrección, sino en la reencarnación); del alma siempre presente. Se lee:


La mariposa,
que está hecha de oro,
y el colibrí,
que parece joya con alas,
saben dónde abren las flores
sus corolas y perfuman.

Así que acá vemos que se ha agregado este otro aspecto, las flores que se abren. Como algo que toma una vida que más allá del verde vegetal. Acerca de la vida más allá de la vida, Nezahualcóyotl, con ocasión de la muerte del príncipe Tlacahuepan (1493-98), escribió lo siguiente:


Áurea mariposa ya libando está:
la flor que se ha abierto es mi corazón,
oh amigos míos, es una flor fragante,
ya la esparzo en lluvia.



Yo no lo sé de cierto, sólo lo intuyo: ¿la flor es el corazón, que se abre a la vida, y la mariposa es el alma eterna? ¿un símbolo de la vida, que de manera un tanto panteísta alberga a la divinidad? No lo sé: un poeta anónimo de Huejotzingo nos da lo siguiente:



¿Qué es lo que dice el ave roja de los dioses?
Es cual un repicar de sonidos;
anda chupando miel.
¡Que se deleite, ya se abre su corazón;
es una flor!
Ya viene, ya viene la mariposa:
viene, viene volando;
viene abriendo sus alas;
sobre las flores anda chupando miel.
¡Que se deleite; ya se abre su corazón:
es una flor!



La mariposa es aquí el ave de los dioses, y da esperanza, porque muere como oruga y renace en esa forma. Nezahualcóyotl, ese increíble hombre que continuamente buscaba creer, sin acertar a dar con la fe, dijo:

Lloro, me pongo triste, sólo soy un cantor:
¡Si alguna vez pudiera llevar flores,
si con ellas pudiera adornarme en el Lugar de los sin cuerpo!
Me entristezco. 


Únicamente como flor es estimado el hombre en la tierra:

un instante muy breve goza de las flores primaverales.


Gozad con ellas, yo me entristezco.

Vengo de la casa de las finas mariposas.
Abre su corola mi canto: he aquí múltiples flores.
Una variada pintura es mi corazón:
¡Yo soy cantor y despliego mi canto!


En el Códice Matritense de la Real Academia de la Historia, fol. 176, donde uno lee lo que trajeron los informantes de Sahagún, está escrito, volviendo atrás a la época de los teotihuacanos:

Eran cuidadosos de las cosas de dios,
sólo un dios tenían,
lo tenían por único dios,
lo invocaban,
le hacían súplicas,
su nombre era Quetzalcóatl.

El guardián de su dios,
su sacerdote,
su nombre era también Quetzalcóatl.
Y eran tan respetuosos de las cosas de dios,
que todo lo que les decía el sacerdote Quetzalcóatl
lo cumplían, no lo deformaban.
Él les decía, les inculcaba:
--"ese dios único,
Quetzalcóatl es su nombre.
Nada exige,
sino serpientes, sino mariposas,
que vosotros debéis ofrecerle,
que vosotros debéis sacrificarle".

Esa es la forma. Tras de ello está el fondo. El sacrificio y el autosacrificio son cosas de veras muy profundas en el pensamiento prehispánico. Pero acaso lo interesante de esto es el hecho de que se sacrifiquen, como entes equivalentes, la serpiente y la mariposa. La serpiente deja su piel, y "renace" con colores más brillantes, y en ese sentido es equivalente a la mariposa, o es un símbolo terrenal de ella: La serpiente se arrastra sobre la tierra, la mariposa, se eleva gloriosa por los aires.

No sé tú, pero yo no me lleno de esperanza al ver una mariposa. Hay otras cosas que me llenan de esperanza acerca del futuro, de la muerte, de la resurrección. Que también tú logres tener esa misma esperanza, de alguna manera, y que haya siempre elementos en tu vida, bellos como una mariposa, con todo el simbolismo de la mariposa, que te llenen de gozo:


Óscar Pech Lara
 
"In the faces of men and women I see God"
Walt Whitman, from Leaves of Grass

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