Mi sumamente extraña vida

¿Cuál es el principio del arte? Como siempre, vuelvo a Aristóteles y La poética. El arte no es nada si no hay catarsis: Si no hay comunicación entre el autor y el lector o espectador, La idea de la catarsis implica que el espectador ve la obra, se identifica a tal grado con lo que pasa en la obra que proyecta en el arte algo de lo que le pasa a él o al terminar se vuelve una persona mejor, o se siente más limpio por lo que pasó. Porque le ha llevado a la compasión o al temor. La catarsis tiene ese eje: la identificación de uno con lo que sucede en la obra a través de dos salidas: la compasión o el temor: uno ve una comedia y el chiste no es reírse, sino que uno se ría de lo que le sucede a uno mismo a través de lo que le sucede a los personajes. O, si no, que uno sienta compasión de lo que le pasa a uno sin sentir compasión por uno mismo, de tal manera que uno pueda llorar sin sentir lástima por uno mismo y, de esa manera, el llanto sea liberador. Y desto va desde una tragedia hasta una película de terror.

Las historias que escucho cada día tienen mucho de catártico. Escucho a los pacientes y mucho de lo que me cuentan me es interesante si me dice algo de mi vida. Si no, me imagino que me sería sumamente patético o aburrido escuchar las penas de otros. E imagino que lo mismo sucede con estos correos. Si los lees es simplemente porque te dicen algo, porque de alguna manera llega a haber comunicación. Cuando me salgo del carril y me voy mucho al terreno de la Literatura, o el de la política, o el de la religión, me imagino que me vuelvo aburrido para algunos de ustedes.

Todo esto por lo que pasó anteayer, y que creo que vale la pena comentártelo:

Entrevisto a un hombre. Imagínate su vida: casado, cinco hijos (¿por qué los latinos en los EUA tienen tantos hijos?). Trabajando, se rompió la espalda. Le ponen unos clavos, pero por los hijos no se puede quedar quieto: moviéndose como robotín, tiene dos trabajos. Se mueve de una manera rígida pero, a su manera, eficiente. Su segundo trabajo es lavando autos en un car wash. Alguien no obedece las reglas de seguridad y deja una manguera en el suelo, el tipo resbala, cae de espaldas, no es capaz de meter las manos, y el golpe lo deja inutilizado desde hace un año. Lo anterior sería un caso común, pero aquí viene la parte de la catarsis. Sin pecado no hay tragedia, decía Spencer W. Kimball. El  dolor es mero dolor que nos ennoblece por lo general. La tragedia es cuando agregamos al dolor algún pecado, en este caso la ingratitud. Él, que trabajaba dos turnos por los hijos, ahora ve cómo sus hijos se vuelven contra él. Antes les compraba ropa de marca, ahora simplemente ropa, y sus hijos no pueden estar conformes. "Te odio", le dicen, porque el papá ya no es la máquina de producir satisfactores inmediatos. Y sentir ese desprecio de los hijos y la esposa lo lleva a cometer un error enorme: el sábado pasado se toma, una a una, toda la botella de píldoras de Tramadol. Cuando despierta su familia está a su alrededor, sentados. Y cuando me cuenta esto el hombre se suelta llorando: "ni siquiera me trataron de ayudar. Sólo estaban allí, sentados alrededor mío, sin saber si yo me iba a morir o si iba a vivir". Y entonces dejé la entrevista de lado y me volví, me imagino, una de esas líneas que evitan el suicidio. No se trataba de consolar al hombre con palabras anodinas, sino de darle a fondo, y le hablé del plan de redención, de la fe en Jesucristo, de su papel de Redentor y Salvador, y traté de llevarle a Él, a Cristo, lo mejor que se puede hacer por teléfono con alguien que no conoces pero que, bueno, te ha abierto su corazón.

Y luego, la siguiente llamada, como si fuera una misma experiencia, fue igualmente extraordinaria. Un hombre que tiene un accidente, ya ni me acuerdo cuál, y queda absolutamente inmovilizado, creo (son tantos pacientes por día que ya no los recuerdo a todos). Y entonces le pregunto algunos datos, y algunos no los recordaba, entonces él dice: "Amor, ¿cómo se llama el abogado?", ¿y saben qué? La sola manera en que este hombre de unos 55 años decía "amor", a su esposa, hace que ahorita se me rasen los ojos de lágrimas. Fue unas tres veces que noté eso. Hace ya unos dos meses un paciente, cuando quedó paralítico lo abandonó su esposa "y bueno", me dice: "para lo que duran ahora los matrimonios". Hace como tres semanas, una señora que en cuanto sufre el accidente su esposo la abandona a ella y a los nueve hijos. Y aquí no: aquí un caso de amor extraordinario y abnegado en medio del dolor. Y cuando terminamos la entrevista, igual me detuve y le dije desde lo más profundo de mi corazón: "usted no sabe qué hombre afortunado es. Usted no sabe cómo, en medio de todo su dolor, posee un tesoro que muy pocos en el mundo tiene: amor en su matrimonio" y, grosso modo, le conté algo de la entrevista anterior. "¿y cómo no podría ser así?", me responde: "Si mi esposa siempre ha sido la luz de mi vida, mi consuelo, mi apoyo, mi inspiración?".

El domingo alguien contó una historia muy salida en la Iglesia desde el púlpito: Una persona sueña que va al cielo, algo así, y va a una tienda, en donde le dan todo lo que desee. La tienda de los deseos. Entra, pide paz para el mundo, menos dolor, más justicia. El ángel que atiende le sonríe y dice algo así como "ese es el paquete más pedido", y se va por un momento a trastienda. Cuando regresa trae un paquetito en sus manos. ¿Y esa es la paz en el mundo?, dice el hombre. Bueno, es que aquí no damos la felicidad, o la paz, o el amor. Aquí sólo damos las semillas, y a ustedes les toca cultivarlas allá en la tierra.

Mala la historia, pero en cierto sentido, verdadera: aquí tu siembras, y cosechas por cierto, lo que puedes. Me parte de dolor un hombre que se rompe la espalda --literalmente-- llevando el sustento a su hogar, y luego queda inutilizado, y jamás logró que su familia viera en él otra cosa que un mero satisfactor de caprichos. No tuvo la habilidad de sembrar amor.

La historia del ángel y las semillas es mala porque no todo es desear o creer desear. Cuando fui maestro me di cuenta que miles de alumnos creen que quieren un diez. Y muchos de veras creen que creen querer un diez, pero sus acciones me decían: "repruébame". Sus acciones me mostraban lo que de verdad querían estos guajiros. No todo es cuestión de deseos, me parece, o la historia se va hacia el color rosa. La dura realidad exige obras y conocimiento para, como en el segundo caso de este correo, sepas cómo sembrar amor, y cultivarlo.

Y claro, están los materiales con los que cuentas. Al final, y no ahondaré en esto, uno siembra lo que puede, lo mejor que puede, con lo que tiene , si es sabio, cuida lo poco o mucho que cosecha.

Que tu cosecha de amor sea abundante entre quienes te rodean, que puedas venir a Cristo (y, por cierto, este fin de semana es la conferencia general de la Iglesia: te invito a ir a una capilla a escucharla o a que la veas vía Internet dando clic aquí):




Óscar Pech Lara
 
"In the faces of men and women I see God"
Walt Whitman, from Leaves of Grass

Comentarios