Una lección de humildad

...Me quedé un buen rato así, sin escribir, pensando en el título de este correo, mal elegido. En realidad cada día tengo varias lecciones de humildad. Atender enfermos me recuerda lo bendecido que soy. Pongo un ejemplo:
Ayer sábado entrevisto a un anciano que tuvo un accidente de trabajo allá por 1968, y quedó mal de la garganta y luego en 1973 tuvo otro accidente, donde quedó mal de la espalda. Era joven. Nunca volvió a hablar bien, ni a moverse bien, pese a que fue operado de la espalda. Aparte, por esa timidez que le vino de no poder hablar bien, nunca se casó. Ahora el anciano vive solo (no, no tiene siquiera un perro Chihuahua neurótico que le acompañe, por cierto). Una de las preguntas que tiene el expediente médico es ¿reportó el accidente? Y, si sí, ¿a quién? Me responde:

"El" (traga saliva) "acciden" (traga de nuevo) "te lo vio Ramón" (traga una vez más). "Lo llevé con el super" (una vez más traga saliva, y da una rara sensación de dolor al hacerlo) "visor y le dije" (vuelve a pasar saliva): "Aquí traigo a Ramón: Él le va a contar lo que me acaba de pasar".

Yo me imagino que un doctor debe acostumbrarse a ver el dolor físico. El equivalente para mí es acostumbrarme a tratar con la miseria, con la injusticia, con la fragilidad de la existencia humana. Lo cual no quiere decir que toda la gente con la que trato sean una perita en dulce. Pongo un ejemplo:

No hace mucho me tocó atender a un cuate muy amargado. Se dedicaba a asfaltar las calles. Le pido que me cuente cómo fue su accidente. Me dice que trabajando. Le digo que si me podría dar más detalles. Entonces me dice que estaba agarrando tal instrumento. Le pregunto que cómo es eso. Me dice que si no sé cómo se pavimenta una calle. Vaya, en México sí sé cómo lo hacen, y me da vergüenza escribir que simplemente se pone chapopote, arena y luego pasa la aplanadora, y por eso llega la temporada de lluvias y empiezan a reproducirse los baches, pero me es obvio que en California lo hacen diferente, así que le dije que no sabía, que si por favor podía explicarme. En la siguiente media hora aprendí que hay hombres que son muy machos; que creen que si uno no sabe cómo se pavimenta una calle, uno es un afeminado o un ignorante y, aquí entre nos, traté de pasar por lo segundo. Que un cuate que se dedica a pavimentar calles haya sentido que yo era un ignorante a su lado se me hizo muy divertido. Me hizo tener una sonrisa amplia toda esa tarde.

Lo cierto es que sí, muchas veces me siento sumamente inadecuado en este trabajo porque, verás, de todos mis hermanos, soy el único que no tuvo oportunidad de estudiar inglés. Por alguna razón mi madre no consideró propio darme eso que mis hermanos sí tuvieron. No lo sé escribir bien, no lo sé pronunciar. lo leo muy bien y lo entiendo cuando lo escucho, pero cuando lo hablo mi sintaxis y mi acento son, me imagino, de veras muy malos. Trato de suplir esa carencia con otras habilidades, pero a veces no sé qué tan bien logro hacerlo. Y en realidad no necesito mucho hablar el inglés porque el 95% de los pacientes que atiendo no hablan inglés, pero a veces sí me es necesario. Y aquí viene la experiencia que le da título a este correo:

Hace como tres meses llamo a un teléfono, me responde una voz de hombre, tosca, vulgar, sin educación. Pregunto por la señora equis. El hombre me dice que no habla español. Le digo en mi muy mal inglés que llamo de parte del doctor fulanito que su esposa tiene cita tal día, que si puedo hablar con ella. El tipo explota, en un español perfecto me grita que me debería dar vergüenza ser tan ignorante, que si no sé ni hablar, que mejor me regrese a mi país, etc., etc., etc. No le expliqué que de hecho le estaba hablando, larga distancia, desde mi país, sólo me disculpe lo mejor que pude, y le pedí que si podía hablar con su esposa. La señora fue muy gentil, hace su expediente, al final me disculpé de nuevo con ella. Ella, muy educada, disculpó a su marido con un servidor, y ambos nos despedimos para siempre. Por un rato me pregunté qué se sentirá estar casada con un infeliz así, pero más bien me quedé reflexionando en la experiencia: Hay algo que tiene el que ha estudiado que jamás tendrá el autodidacta, lo sé. No es lo mismo el literato, que el poeta del pueblo, ese que tiene el don del octosílabo asonante pareado. Y para alguien (yo) que ha dedicado su vida a la búsqueda del conocimiento, reconocer la ignorancia propia es --si lo sabe tomar bien-- una lección de humildad. Si no, es un simple acto de humillación.

La verdad es que tú nunca sabes, nunca, con quién hablas. Nunca sabes quién está sentado a tu lado o frente a ti, y acaso por ello la Literatura está llena de anagnórisis. Hay una historia en el libro de Las mil y una noches que siempre me ha dejado pensando: un sultán desea saber qué piensa de él su pueblo y en las noches lo recorre, disfrazado, escuchando a su pueblo, que no saben que hablan con el gobernante supremo. Algo que, de alguna manera, me parece la sombra de lo que hizo Cristo: el Hijo de Dios que recorrió como un hijo de carpintero los pueblos de Galilea.

El ser humano es grandioso, hay gemas enterradas en el corazón del hombre, y sólo si tienes la humildad puedes entrar en esos corazones, y tocar esas joyas.




Y luego pienso que el problema es que todo está en la mente. Uno traduce para los amigos y lo hace bien. O traduzco para el trabajo y lo hago bien, pero con mucho tiempo. En cambio, hablar con un desconocido, por teléfono (aborrezco hablar por tel. en cualquier idioma: es algo que me intimida), me es muy difícil: casi de inmediato empiezo a tartamudear y, ya nervioso, empiezo a cometer errores gramaticales de los que no me puedo desprender, con cosas como "did you ever has... ?" ""when did you were... ?" y uno termina casi diciendo: "What time is your name?" ...El problema es ese: que todo está en la mente, que puede ser nuestra aliada (en muchos sentidos lo es), o nuestro peor enemigo: siempre a mi lado está, de alguna manera, mi padre, diciéndome que no lo hago suficientemente bien, que no me puedo sentir seguro, y esa parte de mi mente es sumamente desagradable.

No sé... al final, simplemente, comparto la experiencia con la absurda idea de que acaso puede servirte de algo, para ver de una manera diferente a mi hermano, el hombre. Muy buen día:  
 


Óscar Pech Lara
 
"In the faces of men and women I see God"
Walt Whitman, from Leaves of Grass

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