Santiago: el hombre que creció junto al Mesías sin saberlo.

Hay algo de mí que yo no sabía, o no era consciente, sino hasta hace muy, muy poquito: Las palabras son demasiado moldeables: uno dice una cosa, y la gente entiende otra. O uno dice algo, y se entiende, sí, pero con una intensidad mucho mayor o menor que lo que quisimos decir: El lenguaje es traicionero, vaya. Entonces lo que hago es siempre dar un largo prólogo al simple concepto que quiero decir, con la esperanza de que ese prolegómeno le dé fuerza a mi idea, o me ayude a que la misma sea entendida con más claridad. Y si no me crees, ve, lee el último párrafo de esta carta sin leer todo lo demás, y seguro que no tendrá la fuerza que yo quisiera que tuviera, no sé si estarás de acuerdo conmigo.

Iniciemos con la Iglesia de Cristo. La gran apostasía vino por causa de los gnósticos. El gnosticismo (de gnostikos, "aprendido", del griego: γνσις gnōsis, conocimiento) es un término para un grupo de creencias religiosas y prácticas espirituales que se introdujeron en el cristianismo desde los días de los apóstoles. En las últimas epístolas de Pablo, así como en las de Juan, se nos advierte claramente acerca de esta gente que se introducía en la Iglesia primigenia de Cristo, y que se adueñaban de la misma. Explico un poquito acerca de ellos: "creían" en el cristianismo, pero al mismo tiempo creían que no podían salvarse gracias a Cristo, sino a la ley mosaica; creían que la religión no debería tender a hechos sobrenaturales, como el que hubiera un hombre (Jesús) que fuera más que simplemente un hombre, sino que Él no era sino un maestro y ya, todo ello combinado con una buena dosis de zoroastrismo y neoplatonismo.
 
Al gnosticismo le interesa la filosofía, el conocimiento, no la religión. En tanto tenían una fuerte influencia griega, disfrutaban de una buena historia. En cuanto a la infancia de Jesús, no les bastaba con lo poquito que se dice en los evangelios, y se por lo mismo se dieron a inventar una serie de historias, casi todas ridículas, en donde se novelaban milagros, con ecos de misterios, llenos de causas-efecto, pero que en realidad no dejaban de ser un poco pueriles: un José el carpintero que es muy chambón, y un niño Jesús que nunca se cansa de enderezarle las patas a las mesas chuecas de José, payasadas así.

Salvo que las Escrituras no nos muestran eso: en la TJS, Mateo 3:24-26, se lee: "
Y aconteció que Jesús creció con sus hermanos, y se fortaleció y esperó en el Señor a que llegara el tiempo de su ministerio. Y servía bajo su padre, y no hablaba como los demás hombres, ni se le podía enseñar, pues no necesitaba que hombre alguno le enseñara. Y pasados muchos años, se acercó la hora de su ministerio." Vaya, no hay necesidad de más: la gente veía a José como su padre, y a sus medios hermanos, como si fueran sus hermanos.

Y aquí empezamos a entrar al tema que me importa: los hermanos de Jesús. Usualmente se nos dice que Jesús es nuestro hermano mayor, y eso es bonito. Aceptar ese hecho suele ser más o menos fácil, pero: ¿cómo te sentirías de convivir diariamente con un hermano mayor que es perfecto? Tú la riegas, él no. Tú a veces mientes, desobedeces, te rebelas contra tus padres. Él, no. Y aparte siempre marca su raya. Siempre dice "Mi Padre y vuestro padre. Mi Dios, y vuestro Dios". O sea, que me imagino que no ha de haber sido muy fácil convivir con Él. Imagino que cuando vives en un mundo telestial no es tan cómodo convivir diariamente con un Dios.

Y entonces tienes lo que sigue: los hermanos de Jesús se confabulan para que muera. Según leemos en la Biblia, en Juan 7: 1-8:
 Y después de estas cosas, andaba Jesús por Galilea, pues no quería andar en Judea, porque los judíos aprocuraban matarle.
 Y estaba cerca la afiesta de los judíos, la de los tabernáculos.
 Y le dijeron sus ahermanos: Sal de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces.
 Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo.
 Pues ni aun sus hermanos creían en él.
 Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto.
 No puede el mundo aborreceros a vosotros; pero a mí me aborrece, porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas.
 Subid vosotros a la fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido.

Alguien aquí puede deceir que no son sus hermanos carnales, que María no tuvo hijos con José (como si el tener placer y deseo sexual fuera pecado; como si una mujer dejara de ser "santa" al tener sanas relaciones con su esposo), pero no: claramente la metáfora de "sus hermanos en la fe", no entra aquí: ellos no buscarían Su muerte. Juan lo dijo muy claro: "pues ni aun sus hermanos creían en él". Y, nuevamente, queda muy claro por qué no lo aceptaban: es clara esa división que el Señor hace entre Él y ellos, como queda muy claro que ellos se hacían los inocentes, dándole razones aparentemente inocuas, para mandarle a morir.

Sólo una vez predicó Jesús en el pueblo donde se crió, en Nazaret. Y sí, claro, allí tampoco lo aceptó la gente. En Marcos 6:1-3 se lee:

"Y salió de allí y fue a asu tierra, y le siguieron sus discípulos. Y cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, estaban atónitos y decían: ¿De dónde saca éste estas cosas? ¿Y qué asabiduría es ésta que le es dada, y tales maravillas que por sus manos son hechas? ¿No es éste el acarpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, y de José, y de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él".

Mucho se aprende de Él en estos pocos versículos: 1. Que se había dedicado al oficio que le enseñara José. 2. Que cuando estuvo entre ellos, nunca les mostró su sabiduría. 3. El nombre de sus hermanos: Jacobo, José, Judas, Simón, y que aparte tenía varias hermanas. Llama la atención que incluso ellas "están también aquí con nosotros". No "con él", sino "con nosotros". Yo me imagino que ha de haber sido sumamente difícil para ellos, y para él, convivir por 30 años, sin lograr que hubiera entendimiento. (Sí, no puedo dejar de pensar en José Smith y William Smith, que por una botella de licor vendía el sacerdocio a los negros, pero bueno, esa es otra historia, de la que no quiero platicar ahorita).

Más tarde, uno aprende en 1 Cor. 15: 7 que cuando el Señor resucitó, se apareció a Pedro, luego a los 12, y luego a Santiago o Jacobo, su hermano. ¿Qué le dijo? No lo sé. ¿Cómo se convirtió? Lo ignoro. Vaya, tanto Santiago como Judas, medio hermanos del Señor, se convirtieron al evangelio, y llegaron a ser líderes en la Iglesia, sin llegar a ser apóstoles. A Santiago se le conoce como Santiago el justo, y Judas, bueno, escribió uno de los libros más pequeños --y singulares-- del Nuevo Testamento.

Judas escribe una carta funcional, es decir, en respuesta a ciertas circunstancias, y por lo mismo no nos deja saber mucho acerca de él. Sabemos que los miembros de la Iglesia se hundían en la apostasía, que ya han muerto muchos de los apóstoles, que cada vez quedan menos miembros fieles,que la situación de la Iglesia es desesperada, pero eso son meras circunstancias. De él, llama la atención que habla de la existencia premortal, la expulsión de lucifer por parte de Miguel, y menciona una profecía de Enoc. Vaya, que era un hombre que sabía de cosas que luego se perdieron: que manejó fuentes que después ya no estuvieron disponibles. Era un hombre docto, y comprometido. Más no sabemos de él. Vayamos ahora a Santiago. Es decir, que todo lo anterior, no es sino un pequeño prólogo para hablarles de Santiago:

La epístola de Santiago es libre, es decir, no está encasillada a un tema, sino que habla de cosas que lo definen a él como persona: declarar que la religión pura y sin mácula no es cuestión de una determinada denominación, sino de dar servicio, por ejemplo. Con todo, casi siempre habla al lector, a "vosotros". Creo que sólo hay una parte donde habla de un "nosotros". Lo cito en el capítulo 5:

"17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y rogó fervientemente que no lloviese, y no allovió sobre la tierra durante tres años y seis meses.
 18 Y otra vez oró, y el cielo dio alluvia, y la tierra produjo su fruto".

¿Cuál es la gran lección de todo esto? ¿Qué nos deja? No lo sé: a mí en lo particular, que un hombre pudo vivir junto al Salvador sin jamás reconocerlo, que en un momento dado una visión lo hace cambiar, y desde entonces no se sube a un pedestal, sino que dice: incluso el gran profeta Elías tenía pasiones, como tú, como yo, y con todo, oró, y El Padre lo escuchó. Somos seres humanos. Eso es todo. No hay por qué dárnoslas de santurrones: somos seres humanos que simplemente nos esforzamos por hacer lo bueno.

Y acaso esa actitud es la que lo hace todavía más admirable. Que tengas una gran noche:
 Óscar Pech Lara

Debemos hacer algo en esta tierra porque en este planeta nos parieron y hay que arreglar las cosas de los hombres porque no somos ni pájaros ni perros
Pablo Neruda, "No me lo pidan", 1959.

Comentarios