De las traducciones de la Biblia

 En Génesis 1:1 se lee:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra

Y el lector común y ordinario se queda con esa información que no deja de ser sumamente imprecisa. En la versión en Hebreo no dice “Dios”, sino dice “Elohim”. Esto marca una diferencia enorme. ENORME.

En el Antiguo Testamento en original se hace una constante diferenciación entre Elohim (el Nombre del Padre) y Jehová (el Nombre del Hijo), quienes son Personas separadas y distintas, pero los traductores tuvieron a bien simplemente darnos una traducción genérica, imprecisa y que sí, lleva a una confusión constante a lo largo de siglos: “Dios”.


¿Por qué es tan importante hacer la separación? Cito a José Smith:

“No son sino pocos los seres en el mundo que entienden correctamente la naturaleza de Dios. La gran mayoría del género humano no comprende nada, ni lo que atañe a lo pasado, ni lo que corresponde a lo futuro en lo que respecta a su relación con Dios. No saben ni entienden la naturaleza de esa relación; y consiguientemente, no saben sino poco más que el animal, o poco más que comer, beber y dormir. Esto es todo lo que el hombre sabe acerca de Dios y Su existencia, a menos que se dé el conocimiento por la inspiración del Omnipotente.

“Si un hombre no aprende más que a comer, a beber y a dormir, y no comprende ninguno de los designios de Dios, el animal hace las mismas cosas: come, bebe, duerme y no sabe más acerca de Dios; sin embargo, sabe tanto como nosotros, a menos que podamos comprender mediante la inspiración del Dios Todopoderoso. Si los hombres no comprenden la naturaleza de Dios, no se comprenden a sí mismos...”

Comprender la naturaleza de Dios, la función concreta del padre, del Hijo y del Espíritu Santo en buena medida es lo que nos habilita para trascender y elevarnos por encima de la mera bestialidad. Nos ayuda, cuando menos, a entendernos a nosotros mismos.

Por supuesto, el nombre del Padre lo considero tan sagrado, que esta es la primera vez que me atrevo a ponerlo así, por escrito, en toda mi vida, pero aunque no lo digamos, no lo pronunciemos, es fundamental hacer una diferencia entre el Padre y el Hijo, y entender cuál es nuestra relación individual para con cada uno de los integrantes de la Trinidad. 

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