La doctrina del securitarismo

A mí me asombra que en casi todos los países se habla con familiaridad de la doctrina del securitarismo, pero en México no. Por ello, vale la pena hablar de este tema, que por lo general es desconocido.

La primera vez que supe de este concepto fue por el doctor Oswaldo Zavala, en su libro Los cárteles no existen. Es una tesis perfectamente bien argumentada y documentada en donde él expresa que la violencia de los cárteles más que una realidad, es una especie de invención narrativa proveniente del discurso del Estado.

Se parte de la idea de que el Estado no es benéfico y protector, sino que domina injustamente y oprime al pueblo, a veces veladamente, a veces de manera abierta, casi siempre mediante la doctrina del Shock. Ahora, para que el pueblo no se levante en armas, el Estado construye un adversario de la nación, poderoso e inasible, pero que amenaza a todos. El pueblo apoya por miedo y justifica las acciones represoras del Estado, creyendo que el enemigo es ese ente malvado, poderoso e inasible, y no que esas acciones injustificables por parte del gobierno en realidad son en contra de la población. Esto hace que el pueblo no tenga que realizar ningún tipo de introspección o responsabilidad con respecto al desastre social que se vive como consecuencia de esta doctrina del securitarismo.

El securitarismo, entonces, explica y justifica la mano dura y el militarismo por parte del gobierno. Este concepto se plantea a la población como si fuera un tema de urgencia:

En esta suerte de construcción mitológica de un enemigo del Estado, se nos hace ver que no se puede vacilar para usar el ejército o la policía federal en el supuesto combate a un enemigo impalpable (el combate a las drogas en nuestro país, como en su momento fue el comunismo en los EUA), y se justifica esa violencia del Estado porque se trata de un tema crucial, al grado de que se convierte en uno de los ejes principales de acción por parte del gobierno.

El securitarismo se nutre y vive de la guerra. No solo es un instrumento de dominación: de hecho es una ideología construida por el Estado con el propósito de justificar un gasto público mayor en el ejército, en armas, en entrenamiento.

Pero para que se dé todo eso, el securitarismo depende de la existencia de un enemigo. Y por lo mismo, a fin de poder sobrevivir, el Estado siempre tiene que construir un enemigo.

No podemos pasar por alto el hecho de que la historia del securitarismo mexicano nace (o se deriva) de la historia del securitarismo en los EUA, el cual nace en 1947. Veamos:

1 de marzo. Nace el Fondo Monetario Internacional.
12 de marzo. Nace la Doctrina Truman: "Creo que la política de los EE.UU. debe de ser la de apoyar a los pueblos libres que están resistiendo intentos de agresión de minorías armadas o presión exterior".
25 de mayo. Se crea la crea la Agencia Central de Inteligencia (CIA) con la firma de la Ley de Seguridad Nacional

Es decir, en 1947 nace el nuevo orden global, el cual necesitaba de un enemigo: El complejo industrial militar necesita de continuos conflictos para sobrevivir o, en otras palabras, la hegemonía de los EUA necesita de una guerra para poder sobrevivir. Entonces el congreso de los EUA aprueba la ley de seguridad nacional. Esta ley lo que hace es dar sustento o una estructura legal para que continuamente los EUA puedan replantear emergencias securitarias, vale decir, para que continuamente puedan identificar nuevos enemigos securitarios. La Doctrina Truman no fue hecha para un enemigo determinado, sino para buscar nuevos enemigos siempre.

En 1947 nace la CIA. Con ello el gobierno de los EUA abrió una puerta para mantener continuamente una emergencia mundial que "amenazaba" a los EUA y a todos sus países "aliados"; a la "libertad" y a la "democracia".

El primer enemigo de los EUA fue el comunismo, y en todas las películas de la época de la Guerra fría aparecían enemigos "malos", que invariablemente eran rusos, chinos o cubanos.

Esta idea de dominación para todo el mundo funcionó muy bien, salvo que el comunismo se acabó para 1985, cuando cayó el muro de Berlín.

A partir de 1985, la CIA tiene como meta el acabar con la guerrilla en América Latina. Al mismo tiempo, la lucha de la DEA es contra la droga. Y juntos re-significan al enemigo de los EUA: ya no es el comunismo, sino "el narco".

¿Qué es el narco? Es el enemigo perfecto: es dúctil y maleable, porque es invisible. Puedes tomar todo el presupuesto que quieras para pelear contra él, y desaparecerlo, y nunca se acaba: no se puede definir fácilmente, no se puede ubicar fácilmente.

El narco es el enemigo que inspira el miedo perfecto.

En el securitarismo, el primer enemigo fue el comunismo, luego el narco, y finalmente el terrorismo: el islam.

Antes del 11 de septiembre era impensable que el terrorismo entrara a los EUA, y con este evento se abre una nueva puerta: la del terrorismo doméstico, impulsado por los neoconservadores desde mediados de los 90. El 11 de septiembre vigoriza la economía bélica: se aumenta el presupuesto bélico sin ninguna resistencia por parte de nadie, pero la meta no era esa: la meta era legitimar a Bush después de unas elecciones que claramente no había ganado, y esto (la política securitaria) le da legitimidad ante su nación.

 

¿Ya lo pensaste? Exactamente lo mismo pasa en México con Calderón y su guerra contra el narco. Es así como el tema del securitarismo toca nuestro país.

¿Cuál idea creer? ¿O creer en ambas?

1985 es un año crucial. Se dio el asesinato de Enrique "Kiki" Camarena, y fue cuando precisamente surgió el discurso securitario. Es un secreto a voces que dos agentes cubanos y gente de la Secretaría de Gobernación fueron los que lo mataron. Se culpó a Caro Quintero, cuando en realidad él suplicaba que no mataran a Camarena, para que las fuerzas estadounidenses no vinieran a cazarlo a él.

Lo que impora es que a raíz de ese suceso, el gobierno de los EUA obligó a México a que hubiera un incremento en la seguridad.

Luis Astorga, en "Drogas sin fronteras de los 60 a los 80", asegura que en esos años altos del PRI omnipotente, dicho partido controló y marginó al poder de las drogas, lo sobajó, ya que los cárteles estaban dominados por el poder político.

¿Era eso, o los convenios para adquirir poder, las "combinaciones secretas", apenas estaban empezando a cobrar fuerza?

 

INICIA EL SECURITARISMO EN MÉXICO

 

Bajo la presión de los EUA, a principios de 1989 surge el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), cuya labor consistió en obedecer y proteger los intereses del aparato securitario mexicano. El CISEN era el hermanito mexicano de la CIA, y se empeñó en justificar la embestida militar que iba a venir.

 

¿Cómo lo hizo? Metió en la mente del pueblo no solo el miedo al narco, sobredimencionó al “crimen organizado” y, tercero, deslizó en la mente del mexicano la idea de la necesidad de un enorme gasto público en armamento.

Poco a poco se va generando "la cultura del cártel".

No vamos a hablar de cómo la figura del narco va creciendo en el imaginario popular: El autor la describe muy bien en su libro y, al hacerlo, uno ve de manera clara cómo el narcotraficante no es sino un constructo del imaginario colectivo guiado por la narrativa del Estado, desde 1975 hasta hoy.


Pero lo importante es esto: hacernos la idea de que en realidad el narco bo es TAN poderoso como nos lo pintó el calderonato, sino era solo el discurso del securitarismo y somos fuimos las víctimas de un cuento inventado por el Estado.

Lo que importa es que a partir de 2002 surge “La reina del Sur”, con una narrativa donde el narcotraficante es tan poderoso que rebasa al poder y los límites del gobierno; y donde se nos muestra a un narco que es casi omnipotente, que maneja un imperio transnacional, sí, pero no solo son poderosos, sino que ahora son cultos, (leen a Octavio paz, por ejemplo).

La falsedad del discurso securitario.

Una cosa que tenemos que entender es que el planteamiento que nos han hecho del mal, no es sino un simulacro.

La violencia en las calles, por supuesto, existe, pero la guerra contra el narco es una simulación donde el discurso securitario media entre las industrias culturales y las capas de producción artística popular; el imaginario social.

Es decir, el artista, o el periodista, o el compositor, no crean una obra que retrate o refleje lo que vemos en la realidad sino que, como ellos han sido adoctrinados con un discurso securitario prefabricado, ellos lo han internalizado de tal manera que entienden la realidad como se ha explicado con anterioridad: desde un discurso que nos explica la violencia; que reduce la violencia, al grado que la gente ya no puede distinguir entre la realidad y el discurso securitario. Y entendemos que la violencia es causada por el narco, y así leemos la realidad que vemos en la calle.

Todos fuimos testigos de la violencia del sexenio de Calderón, por ejemplo, pero cada uno de nosotros la significa de acuerdo con la realidad discursiva que quiere creer.

Desde la ideología del securitarismo, el periodista, en vez de preguntarse “¿Qué estoy viendo?” Se pregunta: “¿De qué manera lo que ya sé, explica lo que estoy viendo?” Porque todos explicamos la realidad desde nuestra perspectiva de las cosas; desde nuestros paradigmas, y por eso todos nos preguntamos: “¿Cómo lo que yo entiendo que está pasando embona con la violencia que estoy presenciando?”

Es problema es que cuando tratamos de explicar la realidad del país o del mundo, se quedan muchas cosas sin explicar. Por ejemplo:

• Si el narco es tan rico y poderoso, ¿por qué las narco extorsiones?

• ¿Por qué el Chapo terminó tan pobre? ¿Por qué andaba huyendo todo empobrecido? ¿Por qué al final dijo, con una sonrisa triste y amarga que el que encontrara su fortuna, él se la regalaba?

• ¿Por qué, si el Chapo maneja negocios con los EUA, cuando lo entrevista Sean Penn, no puede dar con un traductor entre sus hombres? ¿Cómo hace los negocios con los EUA entonces? ¿Y su operador económico? ¿De verdad no hallaban un traductor en esos momentos?

O, si hablamos de los EUA:

• ¿Por qué nunca escuchamos hablar a Saddam Hussein en su juicio? ¿O a Osama Bin Ladin?

• ¿O a Kim Jong-un, que siempre nos dijeron que amenazaba a los EUA, pero jamás lo escuchamos decir absolutamente nada?

• Y lo que pasa con ellos, es exactamente lo mismo que pasa con el narco: muere su líder y se da una atomización que es más salvaje y peligrosa (pero débil).

• Edward Snowden nos enseñó que siempre estamos siendo vigilados, entonces, ¿cómo estos rancheros, palurdos iletrados pueden esconderse del ejército y la policía federal?

• ¿Cómo es que los narcos pueden más que la inteligencia del CISEN?

 

El mito del securitarismo VS la realidad.

 

Cuando vemos a los narcos en alguna entrevista en donde aparezcan sin mediación del discurso oficial, destaca la increíble precariedad de ellos, de los narcos: impresiona su desconcierto ante el poder del Estado, o su temor por el aparato securitario.

 

Ya sea en entrevistas como la que Julio Scherer hizo al Mayo Zambada, o la de Caro Quintero con Anabel Hernández, o la de el Chapo con Sean Penn y Kate del castillo, o incluso en ese circo tan singular que fue el juicio del Chapo, en todos estos casos hay cosas recurrentes: en todos estos casos vemos a los narcos avejentados y pobres. Los percibimos apocados y temerosos. Vemos que tienen un abanico de posibilidades sumamente cerrado.

 

Para quien no sigue el paradigma impuesto por los medios, queda claro que uno es el mito del securitarismo, y otra es la realidad del narcotraficante mexicano.

 

Y todos y cada uno de nosotros vemos lo que nos han enseñado (o hemos aprendido, de manera voluntaria) a ver. Es el peligro de creer en los paradigmas que pregonan los medios y el estado oficialista: hacen que todos tenemos una idea preconcebida de cómo son las cosas, y que dejemos de cuestionarnos.

En el esquema del securitarismo es importantísimo nombrar, porque con ello (dice el investigador Carl Schmitt) se elabora un acto que es casi mágico, por el cual el Estado hace que las cosas existan. Mencionar las cosas hace que existan. Le da al Estado posibilidades legales y de ataque a sus enemigos domésticos por más que estos sean inexistentes. Con ello se codifica y articula un vocabulario para nombrar al enemigo y hacer que exista.

 

El estado es el que crea ese lenguaje; es el que crea a ese enemigo interno; crea toda una mitología del narco, que luego va a permear tanto a la literatura, como a la música, como al mismo periodismo.

 

Hablar del coco, o del viejo del costal hace que eso sea real para los niños. Los sistemas sociales en buena medida viven del miedo (miedo al fascismo, al comunismo, al estatismo, a la violencia del narco, a que nos convirtamos en Venezuela). El problema es que cuando lo escuchamos corremos el riesgo de creerlo, y cuando lo creemos, vemos la realidad desde ese mito creado por el Estado.

 

El peligro del discurso securitario es que, por ejemplo, el periodista Diego Osornio cita al Estado para justificar su interpretación de los hechos en los artículos que él escribe. Y más tarde, es el Estado quien cita a Diego Osornio como fuente fidedigna.

 

Es decir, se genera un sistema de hipótesis ad hoc, donde entre periodistas y Estado generan una “circularidad de la información”, es decir, donde todos legitiman la información de todos y así el mito del narco se transforma en un constructo social; en la realidad que todos damos por buena.

 

Y lo interesante es eso: por causa del discurso securitario, nuestro concepto del narco va evolucionando precisamente conforme va evolucionando el discurso oficial. Es decir, discurso oficial va moldeando nuestra imagen del narco.

 

Y lo vemos ahora, con este nuevo gobierno: llega AMLO al poder, y hay más violencia en el país, sí, pero ya no por causa del narco. Si la existencia del narco estuviera referida solo en las noticias, el narco no solo se calmó o se tranquilizó por completo, sino que prácticamente ha desaparecido.

 

En su momento, el CISEN nos vendió la idea de que la seguridad nacional era un problema que tenía que atenderse de inmediato, que el nivel de violencia era insostenible, y nosotros nos la creímos. El creernos ese mito securitario no solo elevo la credibilidad (nula) y la popularidad de Calderón, sino que lo elevó a nivel de héroe.

 

No sé si queda claro, pero el discurso securitario hizo que la mayor parte del país le diera un cheque en blanco a Calderón, para que él hiciera con el país lo que él quisiera, en nombre de su "Guerra contra el narco".

 

Cuando el discurso securitario es asimilado en la mente del pueblo, el Estado puede realizar una especie de magia muy singular: ya no importa cuántos mexicanos mueran, porque en nuestras mentes pensamos que esas muertes eran necesarias.

 

Gracias al discurso securitario esas personas ya no son “daños colaterales”, sino gente del narco que “merecía morir”, entonces no es una gran pérdida. Escuchamos de esos muertos y en nuestra mente decimos: “Pues algo deberían de haber estado haciendo”.

 

De hecho, Calderón lo dijo en varias ocasiones. Se expresó de ellos de la siguiente manera: “Son una plaga a la que hay que exterminar”; “Son un cáncer al que hay que extirpar”. Un discurso muy semejante al que en su momento Hitler utilizó para con el pueblo judío, por ejemplo.

 

Hay un fenómeno singular que tiene que ver con la percepción. Como cuando uno ve un mensaje subliminal en una imagen, y a partir de ese instante ya no puede dejar de ver ese mensaje (cuando lo ves, ya no puedes ocultarlo). Así pasa cuando uno deja de considerar como realidad al discurso securitarismo: El estado nos crea el mito de los cárteles del narco como fuerzas poderosísimas, que muchas veces son incluso más poderosas y organizadas que las del Estado, para que así veamos a la policía militarizada y al ejército como los benefactores que nos brindan seguridad y protección; para que veamos al opresor del pueblo, como si fuera el benefactor del mismo.

 

Hagamos el siguiente ejercicio. Imaginemos que de verdad no hay cárteles poderosos de la droga en el país. Aquí alguien preguntará: “¿Y la violencia qué?” Como si se tratara de una relación causal. Piénsalo. Imagina que no existe el narco. ¿Y la violencia qué? ¿De dónde viene?

 

Muchos jamás concebirán que sea el ejército o la policía federal quienes estén cometiendo crímenes de lesa humanidad. Jamás se darán cuenta

 

¿Entonces de verdad no existen los cárteles? Acaso sí, pero en todo caso no son tan poderosos como nos los pinta papá gobierno. Ojalá puedas abrir los ojos y mirar lo siguiente:

 

Durante el sexenio de Felipe Calderón en México, a la par que se establecía el proceso securitario, se dio un silencioso proceso de la apertura o Reforma energética (petróleo, electricidad, minería), propiciado por los EUA, y del que nadie se dio cuenta: se desapareció a Luz y Fuerza del Centro para privatizarla y venderla a extranjeros, y nos hicieron ver a los electricistas como unos meros revoltosos que merecían ser despedidos, y lo mismo sucedió con los empleados de Mexicana de Aviación.

 

El discurso securitario implica mentir al pueblo, empleando al miedo como placebo, para que sumisamente el pueblo se deje explotar.

 

El lenguaje es muy importante. Los años más violentos en los sexenios de Calderón y e peña nieto iniciaron con el lenguaje; con un lenguaje que construye una racionalidad singular que genera un consenso que legitima la derrama de sangre y justifica el abuso de la violencia. Es el lenguaje el que logra que el ejército asesine a los mexicanos, sin que los mexicanos se escandalicen ni se asombren.

 

Por eso es tan importante lo que pasó con Ovidio Guzmán: porque marcó un cambio en el discurso oficial securitario, y la desaparición del discurso securitario en este sexenio. El sexenio de AMLO no es un sexenio de miedo, sino de esperanza, mientras que los medios de comunicación a fuerzas quieren fomentar las acciones de odio, miedo y violencia. Los medios quieren reorientar la opinión pública a fin de fortalecer el uso de la violencia, y lo mismo ocurre con el problema de los LeBarón en Chihuahua en agosto-septiembre del 2020: es la oposición queriendo a fuerza insertar en la mente del ciudadano común el chip del securitarismo: donde hay recursos naturales por extraer, la extrema derecha siempre trata de que haya problemas sociales a fin de imponer su propio orden a la fuerza. Un orden social que responde claramente al uso de la fuerza que favorezca sus intereses.

 

Es lo que distingue al gobierno de López Obrador: una voluntad de soberanía, que se distinguió no solo en su actitud en su visita a Trump, sino en su actitud ante el usufructo de recursos naturales, que es absolutamente diferente a la agenda energética de los últimos cinco sexenios.

 

Y por eso la oposición está patrocinando (sí: sí lo está haciendo) el incremento de asesinatos: para fomentar el securitarismo y el florecimiento de grupos paramilitares. Eso es lo que está haciendo que este sea un sexenio histórico.

 

 

 

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