La mujer escarificada (escultura olmeca)

Si se me permite, hoy hablaré de una escultura que se llama "Mujer escarificada", de la cultura olmeca. Su ejecución de un realismo asombroso nos recuerda la perfección técnica de "El señor de las limas", o de "El luchador olmeca".

Los olmecas y los mayas solían asociar el uso de tatuajes con la escarificación (la cual consiste en realizar una herida en la piel con la finalidad de dejar una cicatriz definida, vale decir, una suerte de dibujar en la piel a través de cicatrices; una suerte de tatuaje en alto relieve. Se hace con cortes superficiales en la primer capa de la piel con dos o tres milímetros de profundidad, se calca el diseño y después con un bisturí se realizan los cortes).

Yo soy enemigo de los tatuajes, pero hay que reconocer que la modelo se ha de haber visto sumamente hermosa.

La belleza es un concepto histórico. Es decir, evoluciona tanto de una zona geográfica, como de una época a otra. Pero esta imagen no solo coincide con los estándares actuales, sino que asombra por su exquisita perfección técnica. Representa el cuerpo de una mujer perfecta, creo, en casi cualquier época de la humanidad: no delgada, no obesa, con cada parte de su cuerpo, como se dice, "Bien puesta y en su lugar. 

Ignoro exactamente en qué circunstancias fue encontrada pero, como se puede apreciar, faltan sus brazos, sus piernas, y su cabeza. Esto, como veremos más adelante, tiene su importancia. 


He aquí otra toma de la escultura. Como se puede apreciar, representaba no solamente a una mujer sino también a un hombre que la está abrazando casi al nivel de las caderas y cuya cabeza está besando su pubis. La escultura fue dañada deliberadamente para eliminar por completo el rostro del varón. Insisto: el dato es significativo y más adelante volveremos sobre ello.

La escultura fue encontrada en la Huasteca Potosina en la frontera con Veracruz, junto con una gran cantidad de perlas y objetos preciosos de obsidiana, así como junto a algo que parecería ser una corona adornada con plumas de Tucanes y guacamayas rojas.

Los arqueólogos dicen que muy probablemente se trata de la representación de una hieródula (persona que ejerce la prostitución religiosa dentro de un templo), por lo que la corona de plumas rojas sería una blasfemia enorme: la escultura representaría a una prostituta sacerdotal que toma el lugar del Dios más alto (quien para los mayas sería Itzamná: "Guacamaya roja").

Es decir, que nos trae a la mente algo semejante a lo que se nos narra en Alma capítulo 40, cuando Coriantón deja el ministerio para ir tras de la ramera Isabel. Viendo la escultura uno puede entender la fuertísima tentación que ha de haber representado el cuerpo voluptuoso y perfecto de Isabel para ese misionero.

Después de todo, habría que considerar que la idolatría no era universal en la religión mesoamericana, y que cuando se practicó, por lo general estaba asociada a prácticas como la prostitución de índole religioso.

 


 

La serie de fotos de están arriba muestran la manera en que se montó la escultura de La mujer escarificada en la exposición de los olmecas que actualmente se está llevando a cabo en el Musée du quai Branly - Jacques Chirac en París, Francia.

Ignoro si el mural en alto relieve muestra el lugar en donde fue encontrada la escultura, pero por el contexto creo que así es. A continuación comentaré las imágenes
una por una. 


Ignoro si entre los olmecas se leía de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, o qué (en las culturas de Izapa la lectura debe hacerse de los cuatro extremos hacia el centro, por ejemplo: era una lectura muy holística). pero en este ejercicio lo vamos a leer de izquierda a derecha.

Como habíamos dicho en el comentario del 12 de octubre, la escultura de "La mujer escarificada" vemos una herejía mayúscula: una sacerdotisa de los dioses de la noche toma el lugar del dios sol.

Algo semejante vemos que acontece aquí: los tres dioses del día, los principales (el padre de los dioses, el dios descendente y el dios sin rostro i.e., el dios sin cuerpo, el que es solo espíritu y aliento) son sustituidos por tres diosas.

Ésta, en la extrema izquierda, es una diosa menor. Ha sido decapitada y de su cuello salen seis chorros de sangre, que de alguna manera corresponden a un quincunce: Las que forman una equis apuntan al Norte, Sur, Este y Oeste, y las dos horizontales al eje de las Z en un planno cartesiano: vale decir: conectan la tierra con el inframundo y con la región Celeste. Al mismo tiempo, representan las seis principales venas y arterias por donde salían chorros de sangre en los sacrificios humanos.

Ahora: la forma de los senos es plana, lo que corresponde a la forma de las pirámides olmecas más antiguas. ¿Qué quiere decir esto? que los olmecas practicaban sacrificios humanos desde sus tiempos más remotos, dato que nosotros ignorábamos.

Los chorros horizontales sostienen guacamayas, es decir, son un llamado a Vucub Caquix, el dios falso, el usurpador, el que quere tomar el lugar de Hunabcú de acuerdo con el popol Vuh.

Los chorros superiores se bifurcan y se dirigen hacia la tira superior. He allí un aspecto sorprendente: tanto los chorros, como la tira superior forman glifos. La teoría de que los olmecas no conocían la escritura se viene abajo.

Los SUD lo sabemos: por supuesto que los jareditas (i.e., los olmecas) sabían escribir: ahí está el Libro de Éter.


En el centro de la imagen vemos a las tres diosas de la muerte. Son mujeres (tienen senos) y de alguna manera también conforman una trinidad.

Sobre ellas hay una larga tira de escritura, y no sé si alguna vez viviré lo suficiente como para que los arqueólogos logren descifrar este texto, que ha de ser terrible.

Las tres diosas están paradas sobre cráneos, lo cual indica lo que ya he dicho: son una suerte de Trinidad de la oscuridad, de la muerte, del mal.

La diosa principal no está decapitada: ella no da sangre de su cuello, sino de su ombligo: ella es la diosa madre, que nos nutre a través de su cordón umbilical.

Es a través de ella que se comete el sacrilegio extremo: su mano derecha sostiene un cuchillo de sacrificio y su mano izquierda el corazón de alguien sacrificado y con ambos elementos toca el techo del cielo. El sentido es evidente: solo a través de los sacrificios humanos a Vucub Caquix (el enemigo común, el usurpador) podemos entrar en contacto con el Cielo.

Increíblemente, se adelanta tres mil años a la diosa desmembrada: Coyolxauhqui: sus brazos y sus pies han sido cercenados, y vueltos a unir. La blasfemia es extraordinaria: es esta diosa de la muerte la que nos une a quien ocupa el lugar del Dios verdadero (i.e., Vucub Caquix) y es ella la que nos ofrece inmortalidad y vida eterna.

De ese calibre lo que muestra este mural.

 

 La figura de la extrema derecha es idéntica a la de la extrema izquierda. Vaya: ambas diosas menores son gemelas. Una nueva blasfemia: estas diosas gemelas ocupan el lugar de los gemelos preciosos, Hunahpú e Ixbalanqué.

Si bien toda esta escena es impresionante, la copia o falsificación de los elementos de la religión verdadera es mal entendida:

Hunahpú representa el cuerpo del Mesías. Es el jaguar, la tierra, lo corporal, lo masculino: la Resurrección. (es Hunahpú quien muere en Xibalbá).

 
Ixbalanqué, por su parte, representa el espíritu del Mesías: Ix en maya es la sangre: lo espiritual, lo femenino, lo celeste. Es Ixbalanqué quien resucita al cuerpo de Hunahpú en Xibalbá.

Los gemelos preciosos son gemelos, pero no idénticos. Como el hombre y la mujer, no son opuestos: son complementarios, mientras que en este mural las dos gemelas son idénticas, con las mismas funciones.

Un dato interesante: ¿ambas figuras sostienen en su mano una corona? ¿Es eso una corona? Si no lo es, ¿qué es? Y si sí lo es, ¿están indicando que parte del proceso de ungir a un rey, como se hacía entre los olmecas, parte de esa ceremonia y ordenanza implicaba la decapitación, i.e., el realizar sacrificios humanos? Eso cambia por completo la perspectiva que tenemos de algunas partes del Libro de Éter.

Hacia la extrema derecha, ya empezamos a ver la imagen de alguien que fue idéntica a la ramera Isabel: la hieródula de cuerpo perfecto que ha de haber sido el gancho de entrada para esta adoración de los seres de la noche; de los dioses de Xibalbá.


Y aquí, finalmente, la escultura de La mujer escarificada. Perfecta, bella, pero incompleta: originalmente también tenía la imagen de una persona, presumiblemente un hombre, que besaba su pubis.

No deja de ser significativo que los mismos olmecas destruyeron la representación de ese individuo y dejaron solo la imagen anónima y bellísima de la sacerdotisa, pero no del rostro de ella. ¿Por qué hicieron eso?

La razón es obvia: porque la escultura representaba personas de la vida real a los que había que borrar de la Historia. eran retratos de seres reales e incómodos, a los que había que eliminar de la Historia.

 

De nuevo: esta escultura fue descubierta junto con una serie de elementos que implican la brujería y la hechicería. De nuevo: la adoración de los dioses de la oscuridad, así como con una corona adornada con plumas de guacamaya, lo cual nos trae de nuevo a la idea de la adoración del gran usurpador del dios creador: Vucub Caquix, Siete Guacamaya, el principal dios del mal y de la noche. El padre de todos los seres de la oscuridad.


 

 

 
 


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