Análisis de una caja maya de piedra

 


A mí me irrita muchísimo que haya gente que piense que los pueblos de Mesoamérica adoraban, por ejemplo, al dios del agua y le pedían lluvia. Como si fueran tontitos ignorantes y supersticiosos perdidos en el mundo, que no pudieran ver más allá de las fuerzas naturales. 
 
Hay un sentido de profunda espiritualidad, reflexión, entendimiento de la eternidad en los pueblos prehispánicos, que no entienden los que los hacen meros adoradores de la lluvia, el sol, el maíz, el viento... adorar al viento... ¡Qué tontería! 
 
La religión mesoamericana (y las últimas tres palabras han dado para la escritura de muchos libros, donde cada vez más eruditos afirman que sí, sí hubo una sola religión que abarcó del formativo al postclásico, y que fue evolucionando de un monoteísmo con diferentes advocaciones de un mismo Dios, a un politeísmo cargado de un pensamiento mágico) permeaba cada aspecto de la expresión artística precolombina.

Es raro encontrar una obra de arte que no esté cargada de espiritualidad. Las hay, insisto, pero no son comunes.

Veamos por ejemplo, esta escultura. Antes de que sigas leyendo, obsérvala por favor. Dime qué ves. Qué te dice. Luego ya sigue leyendo.

Entre los mayas hay un Dios Padre (Hunab Kú) y un Dios Hijo (Itzamná), y también está el equivalente al Espíritu Santo, que es el Dios Sin Rostro. Esta escultura representa a Itzamná, el Hijo, saliendo de una caracola la cual, dado que está conformada por una serie de círculos concéntricos, representa la eternidad. ¿Qué representa esta figura? Representa dos cosas a la vez.

Por una parte, el Dios Hijo, que con gran condescendencia surge de la eternidad para habitar entre los hombres.

Por otra parte —dejando de lado la religión y yendo hacia el aspecto filosófico—Itzamná es una advocación del tiempo, por lo que la escultura representa a la temporalidad, al tiempo, la cual está haciendo un esfuerzo por salir de la eternidad.

Abajo, está “el glifo E”. Señoras, señores, hay libros enteros tratando de explicar lo que representa este glifo. Para algunos significa “el glifo del año”. Es decir, una representación del aquí y el ahora, el punto sagrado en donde confluyen el espacio y el tiempo: el instante. Desde el contexto de esta escultura, sería que de la eternidad nace el tiempo, del tiempo nace el instante. O que de la eternidad desciende el Hijo, y por el Hijo, nosotros tenemos esta vida breve.

Para otros es el glifo del inicio: se termina un ciclo e inicia otro ciclo. Y es lo mismo: de la eternidad sale el Hijo, y gracias a El Hijo, nosotros tenemos la oportunidad de nacer de nuevo, de dejar nuestro ser pasado y tener una nueva vida: la bendición de dejar atrás Nuestro ser carnal, y nacer de nuevo como seres espirituales.

Para Fahmel (2011), el glifo significa simplemente “susurro”. ¿La escultura nos indica que escuchemos el susurro, el llamado del Hijo, que nos invita a reflexionar en la eternidad?

Como siempre, las esculturas prehispánicas tienen muchos sentidos. Son como un símbolo, con varias capas de sentidos en los que uno puede reflexionar y, al ahondar y ahondar en el significado de la obra de arte, el espectador profundiza en el sentido de la existencia personal, e interioriza su relación con la Divinidad.

Por cierto: la escultura es una caja, vale decir, un objeto para guardar algo muy valioso. Uno ve esta obra tan bella y se pregunta: ¿Qué objeto podría ser tan sagrado o tan hermoso, que lo que vemos en esta imagen es solamente la envoltura?

 

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